Se nos acaba el verano


 Ismael,

Que contento estoy, te lo reconozco, que a nadie le amarga un caramelito ni que te alimenten el ego. Muchos (y muchas) me están diciendo que vuelvo del verano muy favorecido, que hasta he perdido algunos kilos. Ya te digo que les sonrío, les doy las gracias, pero trato de pasar rápidamente de tema. Más que nada por no ser hipócrita y decirles eso de tú también. Porque en la mayor parte de los casos, no es cierto. Al final del verano, a la gente se la vé agostá Ismael, en el sentido más estricto del término. Más quemados, más alicaídos. Que no sé yo si tiene que ver con eso de haberse pasado demasiadas horas a la parrilla playera o por la quemazón de volver a la rutina. Si, eso de la depresión postvacacional. Ya sé que a ti eso te resbala, que ya estarás a velocidad de crucero resolviendo problemas.

Que no entiendo yo esta condición del ser humano de estar de vacaciones, tener más tiempo disponible, y en lugar de aprovechar para cuidarse y disfrutar, hacer más deporte, descansar, comer sano, van, y se dedican a meterse grasas saturadas y alcohol en vena. Que no lo critico, que cada uno disfrute como mejor le venga, pero que no se lamenten luego, ¿no? Pero que lástima, tengo la impresión de que cada vez somos más infantiles, como esos avisos de la televisión, que si vas a ponerte al sol, que no se te olvide la gorra y beber agua. Nos hacen cada vez más infantiles, dependientes y carentes de responsabilidad.

De la indiferencia estoy pasando al desagrado. Te lo reconozco Ismael, cada vez soporto menos que utilicen libros como decoración. En las tiendas, en los bares, en las casas. Mira que me gusta repasar los lomos en las estanterías, sabes que lo hago siempre, no me puedo contener, es un vicio que tengo de siempre, no lo puedo evitar, me produce inmensa admiración y respeto que exista tanto saber, tantos mundos almacenados en tan poco espacio. Y tantos deseos, ilusiones y frustraciones. Pero los libros son para leerlos. Simple, y totalmente.


Utilizarlos como decoración me resulta un agravio, una falta de respeto, pero sobre todo la evidencia de la banalización de la vida. De lo huecos que estamos. Ya no es la ostentación del consumismo que nos lleva a gastarnos burradas en ropa, coches y viajes, esas cosas que llenan los perfiles. Que digo yo que siempre hubo nuevos ricos que no saben qué hacer con el dinero y se lo gastan en obras de arte y antigüedades, margaritas a los cerdos, pero la popularización de los libros como decoración, no sé, no sé.

Me da por temer a veces que podamos estar pasando de la sociedad del conocimiento a ser la sociedad de la incultura en la que las falsedades, magnificadas y amplificadas en las redes sociales, hechas fakes, y bulos, entorpezcan el funcionamiento y credibilidad de la ciencia y la democracia.

Nos quieren volver tontos. Que lo ha demostrado Burke en su informe que evidencia que la ocultación y la manipulación de la información es un proceso activo y deliberado de las empresas y los gobiernos. Convierten la ignorancia en una herramienta de control diseñada para limitar la autonomía individual y colectiva. Caricaturizan nuestras luchas, como el ecologismo, como el feminismo, Ismael, eso es lo que más me duele. Que acaban consiguiendo que repitamos como borregos eso de que todos los políticos son iguales. Consiguen que perdamos el interés por lo social y lo político. Que nos desentendamos de La Polis. Imagínate, que nos de igual lo común, que es lo más importante que tenemos.

No podemos desanimarnos, hay que seguir. Ya sabes que esta es una carrera de fondo, estoy volviendo a entrenar, por cierto. Tenemos que seguir apostando por la alfabetización mediática. Enseñar a leer y pensar críticamente, que los derechos no se ceden, cojones. Los derechos se conquistan.

Tenemos que animar a los más jóvenes Ismael, que se impliquen con la cultura. Que lean, que escriban. Pero que no los tengamos de convidados de piedra ni los utilicemos, que fíjate vaya desastre lo de Huelva. La Asociación de libreros ha convocado un certamen de relatos para animar a escribir a los más jóvenes, los de primaria y secundaria. En un primer momento aplaudí la iniciativa, claro. Pero después me fijé en el detalle. Envían la convocatoria el día 9 de septiembre y el plazo acaba el 30 de septiembre. Entonces pensé, ¡pero alma de cántaro, si los coles están echando a andar ahora! ¿Cómo les va a dar lugar a los profes y los chavales a trabajar los escritos y entregarlos en unos días? Después llegué a la conclusión de que la propuesta no se hace sin ninguna vocación cultural, la iniciativa solo persigue mayor pompa y visitantes a la feria del libro, y probablemente gastarse el dinero de una subvención. De verdad, que desastre amigo.

No me alargo, que andarás con mucho lío y tu tiempo es oro. Gracias por lo que me contabas de tu viaje y de tu inquietud siempre por ser más viajero que turista. Por tratar de entender los sitios y la gente que conoces. Que revelador eso que decías de los polacos, eso de que son gente buena pero de apariencia recia y distante. Que se ríen poco decías, y yo pensando en lo parlanchines y bromistas que somos aquí. Claro, primero el exterminio nazi, luego la represión soviética que masacraron a la mitad del país, hace solo 80 años. Después el régimen dictatorial durante cuatro décadas. Lógico que tengan reticencias europeístas y que la extrema derecha haga de las suyas. Como bien dices, todo eso hay que tenerlo en cuenta para entender a las sociedades. Gracias por compartirlo, me enseñan mucho tus experiencias.

Ahora que todo se acelera, que la ambición y la competitividad nos ganan terreno, ¿sabes?, me acuerdo mucho de esa historia del pescador africano y el capitalismo que nos contaron. Si, ¿recuerdas?, esa en la que estaba un pescador por la tarde, plácidamente sentado mirando al mar y se le acerca uno de esos blanquitos, mzungu, como nos decía aquel guía de Tanzania, de esos que llevan habanera blanca y piel de cangrejo sudorosa. El blanquito le dice al pescador que qué hace, y éste le explica que ha pescado por la mañana y que ahora disfrutaba de la tarde, de la playa, de la mar, del paisaje. Entonces el blanquito empieza a decirle que si en lugar de pescar solo por la mañana, también lo hiciera por la tarde, podría ganar el doble. Con el dinero ganado podría comprarse otra barca, y luego dos más, que podría contratar gente, y con el trabajo duro, el tiempo y el dinero podría tener una gran empresa. Y cuando lo tuviese todo controlado y funcionara, podría dedicarse a descansar. Ya sabes que el pescador le sonrió y siguió mirando la mar.

Creo que está bien recordarla ahora que la inercia trata de apoderarse de nuestro tiempo y nuestros sueños. Descansa y lee Ismael, lo necesitamos para ser ágiles y libres. Esperando tus noticias, un beso,

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Descansa y lee...que buen consejo. Que buena correspondencia, a ver que dice Ismael

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