jueves, 31 de julio de 2008

Pasear un sueño y 2


Como todas las drogas, viajar requiere un aumento constante de la dosis” John Dos Passos, Oriente Express

Siempre tenemos ese gran viaje pendiente, pues siempre queremos superar el realizado. En los grandes viajes, hay que estar dispuesto a dejar de ser quien eres y convertirte en una persona distinta. Pienso que no existe el gran viaje si cuanto sucede en el camino no te transforma en alguna medida. Y el gran viaje, que tiene que definirse siempre a nivel individual: para mí está constituido de un esforzado camino, un destino único y una complementaria compañía. “Yo no sigo mi camino, el camino me sigue a mi”, Samuel Fergusson, personaje de Julio Verne en su novela Cinco Semanas en Globo.

Mi gran destino es y será el desierto, el de arena y el de hielo; pues es una experiencia, una idea, un concepto, un imaginario, una fantasía, una vida entera. Alguien cocinó la grandilocuente frase de “el desierto es un sistema de creación de significados”.

En el desierto todo se torna intenso y contradictorio. Podemos ser frágiles y fuertes, valientes y cobardes, duros y tiernos, mercenarios o comprometidos, sutiles o estúpidos, románicos o barrocos. Podemos sentirnos lúcidos, confusos, melancólicos, alegres. En él aprendemos de la soledad, de la ausencia, el límite, la memoria, la destrucción, la dificultad, la penuria, el aburrimiento, la consciencia, la inutilidad.

Viajar al desierto es algo más que llegar a un mar de arena y sed, a un mar de frío y desolación. El desierto es el paraíso de las ideas, allí redefinimos nuestra actitud hacia el mundo y hacia nosotros.

No hay comentarios: