miércoles, 23 de julio de 2008

Pasear un sueño

Al viajar paseamos un sueño”, dice Leguineche, También podemos “viajar literariamente” como afirma Chatwin. Particularmente, lo que busco es que mis sentidos contrasten la realidad de lugares sobre los que he leído y oído mucho, y que al hacerlo han despertado mis emociones.

Hoy en día son nuestros sentidos los que nos hacen viajeros, y escuchar el oleaje, y oler esa especia, ver ese pájaro entre la maleza, tocar la arena, degustar sabores no imaginados. Necesitamos la algarabía de un zoco, el estruendo de un témpano al caer, el vacío del silencio del desierto. Nuestros sentidos nos hacen viajeros, por eso, el arte de viajar está en saber abrirse a las sensaciones antes que a la meditación. El viaje tiene que ser, ante todo, una aventura sensual, sentimental, íntima.

Cuando Paul Bowles, dijo que “sólo merece la pena hacer las cosas que pueden terminar muy mal”, no avisó que hay que quitarse las anteojeras. El viaje, su aventura, esta literatura tienen en su base un mismo sentido: acercarte al territorio de lo ignorado con el bagaje de tu libertad, intentando con ello, detener el tiempo.

Comparto con Javier Reverte el sentimiento de que nada de cuanto escribí puede compararse con la intensidad de lo que viví.

Felicito a los viajeros, y los animo, “¡Caña y timón a barlovento, contra el viento!, ¡A dar la vuelta al mundo!” El capitán Ahab en Moby Dick de Herman Melville

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