miércoles, 4 de febrero de 2009

Ursúa

Cuando aún America, para los europeos, no tenía, ni dibujados sus contornos, la llamada de aventura, poder y riqueza, llevó a aquellas tierras a personas de toda índole. Uno de ellos fue Ursúa.

Nacido noble, y aún por terminar de formarse su cuerpo y espíritu, se embarcó en una aventura con sólo billete de ida. Pedro de Ursúa, el hombre y la leyenda, se forjaron a la vez, en los despachos de la corte y en los campos de batalla. Capaz de ser elegante, cortés, educado, sabio, respetuoso en el trato con reyes y damas, también fue implacable, cruel y despiadado con sus enemigos.

Su vida, alcanzó cimas de montañas inexploradas, y puestos de poder, e igualmente, le llevó a pozos profundos, en ciénagas de la selva, y la necesidad de ocultar su rostro en tabernas de puertos de tercera. Fruto todo ello, fue, una ambición descomunal, a la vez que necesaria, para sobrevivir en un entorno, donde la ley cambia igual que la orientación de las banderas en los mástiles.

Ursúa responde a un estereotipo que necesita fraguarse en cada entorno, en cada época, en cada sociedad. Hoy también hay Ursúas que apuestan duro y van al límite, quizás no exponen su vida a flechas envenenadas y edictos ducales, pero si que viven en un riesgo máximo, y son conscientes de ello.

Ursúa tuvo un triste final, y, desde luego, no encontró su dorado. Las riquezas que consiguió, las disfrutaron otros. Sus hazañas buenas y malas modelaron aquel mundo, aunque quizás, él nunca tuvo tan altos propósitos.

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