martes, 14 de julio de 2009

Le malade imaginaire

Un modelo de éxito siempre ha sido el protagonizado por aquellos que son habilidísimos en lo que dicen, aunque ignorantísimos en lo que hacen. La ventaja es que la acción es posterior a la palabra. Para escapar del apuro de la torpeza, huyen hacia delante con nuevas y prometedoras argucias.

Junto a otras interesantísimas cuestiones, Jean Baptiste Poquelin, conocido como Molière, explora esta circunstancia en el enfermo imaginario, realizando una enorme crítica a los que, mediado el siglo XVII ejercían en París la profesión de la medicina.

Ahora la compañía Viento del Sur ha revisado y actualizado la obra que podrá verse en unos días en el marco incomparable de La Buhaira de Sevilla, introduciendo notas locales y muy actuales con numerosos gags de estilo andaluz, un dúo a lo Pimpinela y hasta un baile por bulerías en el escenario.

Argan, el protagonista, en su cama (Revelador el cuadro de Honoré Daumier) es capaz de realizar las más profundas reflexiones sobre su identidad, además de interaccionar con un grupo de personajes que despliegan un mosaico de vidas, valores, preferencias, alianzas, traiciones. Un grupo, como otros muchos cotidianos, capaz de lo divino y lo humano.

Moliere, la cuarta vez que se representó la obra, asumió el papel de Argan, pero no actuó, lo vivió, murió cuatro horas después de finalizar la representación.

Un día como hoy, en Paris, hace 220 años algunos se sublevaron contra el orden establecido tomando La Bastilla, “Cuando las personas se sienten enfermas, acuden al médico, lo que demuestra, la debilidad del alma humana antes que la verdad de la medicina”, dice Beraldo a su hermano Argan.

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