Recurrir a la certeza de los tópicos suele ser una dormidera muy complaciente para las neuronas rebeldes que aún se esconden en la selva de nuestro pensamiento.
Que el tiempo todo lo cura suele ser un tópico de gran recurrencia íntima. Del que nos acordamos en muchas más ocasiones de las que admitimos, y que, a modo de calmante utilizamos en no pocas experiencias negativas cotidianas.
El tiempo cura las heridas. Las más profundas requieren un periodo más largo e incluso acompañar el tratamiento con antibióticos y antiinflamatorios para hacer más llevadera la convalecencia y evitar infecciones, pero todas acaban curándose.
Quedan en todo caso las cicatrices. Esas que sirven para que cada vez que las veamos recordemos. Las colocadas en lugares discretos solo las vemos nosotros y nuestros íntimos. Algunas, en la espalda solo aparecen las pocas veces que giramos desnudos ante el espejo. Otras sin embargo, colocan su fealdad en lugares visibles y tenemos que recurrir a artificios para ocultarlas permanentemente de la vista de los indiscretos, de los metomentodo que parece que solo se refieren a ellas para herirnos.
Cuando ese tiempo del tópico ya tiene peso específico, solo recordamos lo importante, es decir, quien provocó la emanacion de nuestra sangre, de nuestro fluido vital, y, muy probablemente volvamos a preguntarnos por qué lo hizo, qué necesidad había. Todo podía haber sido más fácil, más bonito.Volvemos a imaginar lo que pudo haber sido y no fue.Podríamos haber sido felices, nos llegamos a decir
Si para entonces nadie ha interrumpido nuestra concentración, en último lugar nos preguntamos qué hicimos nosotros, qué pusimos de nuestra parte para evitar que todo se chafase.
lunes, 16 de noviembre de 2009
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4 comentarios:
Sentarse y discurrir, dejarnos poseer de la autocompasión es algo natural del hombre y de la mujer, pero me ha gustado la reflexión final.
¿Qué parte hemos jugado? ¿Ha sido nuestro esfuerzo completo para que el resultado hubiera sido otro?
Muchas veces la respuesta es no.
Te dejo un beso
Siempre se puede poner más de nuestra parte. A veces faltan las fuerzas, otras las ganas... y muchas el miedo a que el resultado sea más perjudicial para nosotros.
Un abrazo.
Manolo
¿Y si no hay resquicio para la duda, para la inseguridad de pensar en que no se hizo lo suficiente?
Antonio, sigue así. Eres demasiado.
Un abrazo.
Hay heridas que quedan dentro de uno clavadas, incrustadas en lo más íntimo.
Normalmente no nos acordamos de ellas, pero sabemos que están.
Simplemente hay que saber vivir con ellas.
Un saludo.
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