El amor en crisis

Que no es lo mismo que el amor en un entorno de crisis económica.

En días pasados han sido numerosos los anuncios que he podido leer con una expresión parecida a “San Valentín para parejas en crisis”. Sólo cuando leías la letra pequeña, si es que la había, podía entenderse que eran convocatorias para la celebración del día de San Valentín para parejas que están escasas de recursos económicos pero que quieren seguir desbordando sus muestras de amor.

Igual que los Reyes Magos nunca necesitaron de la existencia de El Corte Inglés, el amor no necesitó jamás de San Valentín, y a todos nos regocijaría que en alguna ocasión la persona amada nos dijese de corazón eso de, contigo pan y cebolla. No son necesarias las cenas forzadas de San Valentín con velas y flores de plástico, con mantel y servilletas de papel, con vino de la casa y postre compartido para que nos sentamos queridos. Cualquier momento y pretexto es válido con tal de que no nos lo guardemos y se lo expresemos tal cual.

Los generadores de esos anuncios podrían estar en el plexo de los que Sartre piensa que habitan en la “mala fe” (para los que la naturalización de las prácticas y las opciones humanas se daban por mero voluntarismo político para concebir la intervención conforme a fines conscientemente planeados), dicho en otras palabras, algo manipuladores si que son.

Simone de Beauvoir, autora de El Segundo Sexo, La Vejez o ¿Hay que quemar a Sade?, desarrolló una completa teoría del “contexto”, donde dice que no se trata “de delimitar ante todo una libertad para instalarla a continuación en una situación”. Tampoco de “enumerar ante todo los componentes de una situación para inyectarles a continuación una libertad”. Ya nos dijo Dante que los premios y los castigos no los reparte un Dios rencoroso ni magnánimo sino nuestras propias acciones.

Contextualicemos y actuemos en libertad, nuestra libertad, y entreguémosela al otro en estado puro, será el mejor regalo de San Valentín para todos los días.