Hace ya bastantes años que superan a los hombres en la universidad. En las universidades occidentales el 60% de los títulos son concedidos a mujeres. En Estados Unidos las mujeres suponen el 50% de los titulados en empresariales. El techo de cristal en las empresas cada vez es más alto, aunque haya sido a base de empecinamiento, demostraciones de valía, lucha de guerrillas, y hasta de algún cabezazo físico.
En Estados Unidos, son ya el 51% de los trabajadores, y la incorporación al mercado de trabajo de las mujeres que no lo han hecho supondrá un aumento del PIB estadounidense del 9%. Allí las mujeres desempleadas tienen una tasa del 8,6% frente al 11,2% de los hombres. En la Unión Europea, las mujeres han ocupado en la última década tres cuartas partes de los nuevos empleos. En cambio con la crisis, tres de cada cuatro despedidos han sido hombres. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo supondrá un incremento del PIB del 19%.
El denostado debate sobre machismo y feminismo debemos abandonarlo, aunque a algunas postfeministas les siga molestando que se hable de sexos en vez de géneros. El sexo es más una cuestión de preferencias y gustos que de cromosomas.
Aunque en España sigamos llegando con retraso a este nuevo entorno y nos sonreiríamos si nuestra compañera de trabajo nos recordara, cual Vera Farmiga “Tienes que pensar que yo soy en todo igual que tú pero con vagina”, lo cierto es que aún la cúpula directiva española está copada por hombres, sólo un 25% de los altos ejecutivos en las grandes empresas del Ibex son mujeres. En consejos de empresas más pequeñas el ratio es aún más abultado.
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