viernes, 19 de marzo de 2010

De peinados y alegrías

Son bastantes ya las chicas que se han unido a la peña del despéinate. Espero que con el siguiente alegato me gane el acceso a tan selecto club.


Ir peinado siempre fue síntoma de bien estar, de elegancia, de seriedad, y a la vista se me aparecen decenas de fotografías en tono sepia y arañadas, en las que los titulares aparecían siempre con los hombros hacia atrás y muy bien peinados. Y sin embargo, mucho del placer de disfrutar la vida está en despeinarse, o mejor; es un gran regocijo que la vida nos despeine.

Lejos de moralinas y bagatelas creadas por el hombre que establecen que todo lo que gusta es inmoral, ilegal o engorda, y cuyas causas, contenidos y efectos quedan sujetos a pautas de conducta y estéticas definidas por normas humanas; el acto de despeinarse está sujeto a una ley mucho más sólida, universal y válida, la física.

Efectivamente, y entre otras preciosas acciones, decir que: Jugar despeina, troncharse de risa despeina, hacer el amor despeina, lanzarse al agua despeina, asomarse al acantilado despeina, viajar despeina, correr despeina, sacar la cabeza por la ventanilla despeina, que tu amado te bese con pasión despeina, desnudarse rápido lanzando la ropa al suelo despeina, subirse a una montaña rusa despeina, potrear en el sofá despeina, montar en columpio despeina, escalar montañas despeina, ir de fiesta despeina.

Los despeinados al andar en la calle, desprenden más alegría en sus rostros que los repeinados, que suelen ir serios y con prisa. Los despeinados tienen otras muchas cosas bonitas en las que ocupar su atención antes que andar acicalándose. No suelen tener reparos ni distanciamiento en el contacto con terceros, y sus bufidos suelen asemejarse más a suspiros de complacencia.

Sin ser exigentes ni exhaustivos, cualidades más asociadas a los figurines bien planchados de pies a cabeza, podría decirse que la chispa de la vida reside en despeinarse. El hilo conductor nos lleva a pensar que deberíamos sentir cierta satisfacción cuando pasamos la mayor parte del día despeinados, o que la alegría de la jornada queda evidenciada en unos pelos revueltos.

La ordenanza física, la de naturaleza del despeine es la ley orgánica de las pequeñas satisfacciones, esas que tenemos que incorporar diariamente a nuestro quehacer como elementos vitales para una existencia gratificante. Y para comprobarlo basta hacer un pequeño ejercicio de memoria, y al que no llegue a la siguiente conclusión, le regalaré un peine: los mejores momentos, los ratos memorables, los que nos han dejado un regusto para largo plazo son aquellos en los que nos despeinó la vida.

2 comentarios:

Lourdes dijo...

Que vivan los despeinados y los despeines!!! :-)

Mariluz GH dijo...

Totalmente de acuerdo... ¡me encanta el despeinado de la vida!

abrazos y buen fin de semana