martes, 6 de abril de 2010

Culto al Momento

Comprendiendo un momento de la vida de un hombre, podremos comprender toda su vida”. La rotundidad del mensaje de Borges tiene distintos planos. Desde luego, los giros importantes en la vida, los cambios de velocidad son cuestión de momentos. Las grandes decisiones, aunque largamente maceradas se toman en un instante. También hay instantes, sin embargo, que te hacen poner pie en pared, cuando aparece un elemento que desbarata esquemas, intervalos que es preciso que el tiempo se detenga para encajar lo que está pasando, para digerirlo, para integrarlo en nuestro esquema de pensamiento, como le decía Hurley a la aparecida mujer de Ricardus mientras éste asumía que podía hablar con su mujer muerta: “A veces las personas necesitan tiempo”.

Pero hay un aspecto sumamente atrayente de la cultura del momento, que es, el culto al Momento.

Aunque quizás todos lo hacemos, resulta especialmente llamativo pararse a contemplar cómo hay infinidad de personas que esperan su Momento. Para ello se preparan con enorme minuciosidad, invierten tiempo, esfuerzo, dinero, amistad, familia, lo que haga falta, lo que sea necesario, lo que sea; a costa de lo que habrá de vivirse en ese ratito. Puede ser un examen, un viaje, un desfile, una procesión, un encuentro, un pitido, una luz, un objeto, un nombre, una mirada.

Unos pocos, en mi opinión los menos, disfrutan ese instante, ese corto ratito intensamente, y es cuando aparece una nueva luz, la de su felicidad que se irradia a los que tienen la suerte de compartirla, y que llevan a la exclamación siempre ansiada de “estas son las pequeñas cosas por las que todo merece la pena”. Pero a otros, cuando llega el Momento, les abruma la responsabilidad, el nerviosismo, la ansiedad y se les va entre las manos casi sin enterarse, son los que tienen cara de palo cuando los saludamos.

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