viernes, 23 de abril de 2010

Libro electrónico, Vivir en la Frontera

Dia de San Jordi, día de la rosa, día para asumir humildemente que no cultivamos todo lo que deberíamos el placer de la lectura. En cualquiera de sus posibles lugares, horarios, formatos, géneros y tonalidades de luces.

Por ello, me pregunto, ¿Por qué a alguien que no tiene adquirido el hábito de leer, tendría que interesarle un libro electrónico? Cualquiera que sea el medio en el que se sustente: señales de humo, arañazos y trazos en las paredes, grabados, papiros, pliegos, facsímiles, coleccionables semanales; la literatura prevalecerá. Mientras existan personas que necesiten comunicar, mientras sobreviva alguien dispuesto a escuchar, la literatura prevalecerá, independientemente del canal utilizado. Por eso, el marketing que envuelve al libro electrónico no es nada más que un interés comercial de empresas y comerciantes del sector electrónico, no les interesa ni evalúan el contenido, sólo el continente, o sea, el aparato.

El argumento de venta del utensilio son las líneas, las páginas, las obras que es capaz de contener, probablemente muchas más de las que podamos llegar a leer antes de volvernos a encontrar con otra librería. Pensando en el buen lector, la estrategia de venta está radicalmente equivocada, lo relevante no es la cantidad sino la calidad. La salvedad, además, es que esa calidad es única e individual pues la decide el propio lector con sus gustos, sus preferencias, sus querencias, esas mismas que hacen que el conjunto de su biblioteca, esa que hoy le colma estanterías, sea para él, la mejor del mundo.

Con esa metodología de diseño, llegaríamos entonces al libro electrónico de autor, confeccionado por algún escritor, editor o crítico de renombre. Tendríamos entonces la sensación de estar leyendo los lomos de las estanterías del salón de la casa del susodicho, casi tendríamos el tacto del papel algo rancio en nuestras yemas, y llegaría a nuestra nariz el olor a te recién hecho. Ciertamente otorgaría cierto morbo y emoción a la situación. Habríamos logrado incorporar expectativas y sensaciones personalizadas al inicialmente frio y distante equipo electrónico.

Los nuevos medios de difusión son y seguirán siendo un instrumento a utilizar según los gustos y preferencias de cada uno. Sería una torpeza no aprovechar los avances de la ciencia. En ese sentido la red sigue siendo una herramienta explotada aún hoy en una infinitésima parte.

Vivir en la Frontera es un relato breve, ilustrado por Nicolás Ruíz De La Corte, que Bubok me ha permitido de manera fácil y cómoda hacer accesible a todos aquellos que pueda interesarle. Aquí dejo mi invitación a la lectura en día tan señalado para ello.

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