jueves, 1 de abril de 2010

Traición vs Resurrección

Aunque deshonrosamente también podríamos ubicarlas en estos días, lo cierto es que hace ya bastantes años, en torno a quinientos, era época de conquistas, de luchas, de exterminios, donde no cabía fiarse de nadie para que te cubriese las espaldas. Eran tiempos de rudeza y barbarie, de enfrentamiento cruel cuerpo a cuerpo, donde en no pocas ocasiones el último aliento del enemigo caía como plomo sobre el rostro del vencedor. Demasiadas de esas guerras se libraron en nombre de un Dios, que quiso extender su dominio por todas las tierras conocidas, imponiendo a la fuerza el mandato de la Cruz.


En esas fechas, a la jornada de hoy se la nombraba como el Jueves de la Traición, parte central del tridente de: Miércoles de Tiniebla, Jueves de Traición y Viernes de la Cruz. Muy acertada descripción para resumir la pasión y muerte de Jesucristo que en esta luna llena de marzo se rememora.

El itinerario a seguir vuelve a delimitar una pendiente en la que, de nuevo se pide llegar a lo más profundo del alma humana, a la más paupérrima de las posibles situaciones, al peldaño más bajo, al fondo, para tomar conciencia y poder a continuación subir, teniendo plena conciencia de que es posible pasar de la nada a todo, como simboliza el Domingo de Resurrección.

Hace apenas dos días se celebró la Esbat de Marzo, luna en la que se encarna y de la que emana vida. Fue el momento de ritos, deseos y peticiones. A esa luna hecha diosa, le pedí que me enseñase a gobernar las fuerzas de la naturaleza, a domesticar los salvajes designios del sistema natural, a que animales y plantas tocasen una deliciosa melodía al ritmo de mi batuta. Y el deseo se cumple, hoy, en uno de mis tiestos, se ha abierto espléndida la primera amapola. La Resurrección me llegó el día de la Traición.

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