martes, 18 de mayo de 2010

El espejismo del bienestar

El nerviosismo se está materializando en miedo. En estas horas son demasiados los que están luchando por dejar encerrada la incertidumbre en la carpeta de proyectos futuros y se resisten a que se haga la dueña de los proyectos presentes. Esta semana la sensación de crisis, se palpa. Y es que la materialización de las medidas de contención son una realidad que vuelve a cebarse en los colectivos más sufridores.
En unas fechas en las que las noticias, telediarios, noticieros y prensa se inunda de conceptos económicos, ya la ciudadanía es consciente de lo que supone para su día a día la excesiva tasa de paro, agravada por la crisis económica y financiera,  el envejecimiento de la población y la no garantía del sistema de pensiones, la supresión del cheque bebé y la modificación de la reciente ley de dependencia antes de que se consolide como derecho adquirido del colectivo beneficiario.

En apenas pocos meses el desafío al que se enfrenta la economía española, ha pasado del mantenimiento del incipiente estado de bienestar, a evitar que cuestionen su viabilidad. Con una tasa de desempleo del 19%, una economía sumergida que, según estimaciones, superaría el 20% del PIB y una presión fiscal muy por debajo de la media europea, es difícil que el ejecutivo tenga herramientas sólidas de reajustes. Y para colmo, el gobierno ha estado repitiendo hasta cansar que no iba a renunciar a sus pretensiones sociales prometidas en campaña. Pero la realidad vuelve a ser tozuda y cruel y le ha obligado a tomar medidas que calmen a los socios europeos. Y aún quedarán otras por llegar que deberán ser en breve, como la prolongación de la vida laboral hasta los 67 años, la flexibilización real del mercado de trabajo o el aumento de la presión fiscal sobre aquellas economías con menor sensibilidad relativa al recorte, las llamadas rentas altas.

El problema no el diseño y la aplicación de estas medidas, sino la ausencia de un proyecto de país más amplio y ambicioso que despeje las dudas a medio y largo plazo que se ciernen sobre la sostenibilidad del sistema y que son anteriores a esta crisis. Objetivo que no pocos necesitamos para asumir el apretón de cinturón con humilde resignación. El desafío requiere valentía en la toma de decisiones y las más duras aun quedan por tomarse.

Salir de la crisis no va a resultar suficiente, porque de salir, saldremos. Utilizando la misma fórmula en cualquier casa de vecino y en el país, luchando por aumentar o mantener los ingresos y conteniendo el gasto hasta en los más mínimos detalles, sin subestimar nada, sin bajar la guardia. Intentando no crear un nuevo agujero cuando se tapa el antiguo, sin dar tumbos ni golpes de timón. Si queremos seguir la senda de las economías centroeuropeas que nos sirven de modelo y aspirar a los beneficios sociales que en ellas existe resulta imprescindible diseñar un modelo de estado de futuro para este país.

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