miércoles, 23 de junio de 2010

Railes europeos

Finalizado el plazo del concurso convocado por Altair, felicitar a los ganadores, aquí os dejo sus relatos:

Ganador : Sergiopero: "Entre railes"
Accesit: Wicca : "Una última mirada al andén"

A la vez que rescatar el mío para colocarlo aquí:

“…Es eso que has dejado lo que persigues, si quieres saber lo que eres, tendrás que preguntárselo a las piedras y al agua, si quieres descifrar el idioma en que hablan los brujos de tus sueños, interroga las fábulas que te contaron la primera noche ante el fuego. Porque no hay río que no sea tu sangre, no hay selva que no esté en tus entrañas, no hay viento que no sea secretamente tu voz y no hay estrellas que no sean misteriosamente tus ojos…”.


Un cambio repentino de luz, la salida de un túnel, la devolvieron al vagón cuando aún rumiaba las últimas líneas del libro que ahora se mecía en lo alto de sus piernas. Aún deslumbrada, fijó la mirada en el asiento de enfrente, le gustó el tono verde de la tapicería en la que no había reparado hasta entonces. Levantó la vista y comprobó que los compañeros de viaje seguían cada uno en su sitio. La parejita del fondo aún más arrullada que antes, la anciana del discreto sombrero canela en la misma elegante postura, el chico de la mochila inmensa se había, discretamente, quitado las zapatillas. Afortunadamente no me llega el olor, pensó, y volvió la cabeza hacia la ventanilla. Pasaban ahora por un prado y podía echarse la vista al fondo para ver unas granjas, edificios grandes pero confortables que ampliaba la paleta de colores del bosque y cuyos residentes eran sin duda los artífices de este bello paraje. Parece que se llevan todo un año trabajando para que nosotros los disfrutemos durante los veinte segundos que tardamos en pasar por aquí, se dijo.

Soltó el libro en el asiento de al lado, vacío de necesidad. Era la primera vez que hacía un viaje de este tipo sola, pero la ruptura de la semana anterior no la había amilanado, al contrario, apenas tardó unos segundos en reordenar su mente, unos minutos en reordenar su equipaje y unas horas, las más duras, en explicárselo a su familia y amigos. El viaje de InterRail lo tenía proyectado y madurado hacía tiempo y lo haría. Se iba para alejarse y para encontrarse, para olvidar y para perpetuar. De repente se había sentido liberada. Los idiomas, las comidas, los horarios, las monedas se escaparon del saco de los ingredientes grises y se colaron en el de los seductores. El arranque del tren se había convertido en una necesidad vital y vivió con ansiedad la semana previa a la partida. En las primeras etapas, picaba los dos billetes como para garantizar pequeñas dosis de soledad y tranquilidad, pero ya había dejado de hacerlo, incluso buscaba la ocasión de ofrecerle el asiento contiguo a algún que otro peregrino. Esa mañana, el asiento vacío no le producía ningún tipo de inquietud, era asombroso lo rápido que se había habituado a su soledad, a su identidad. De manera natural y casi espontánea había generado un espacio propio, sólido, ese que algunos llaman identidad y que había llegado para quedarse.

Abrió de nuevo el libro de William Ospina y siguió leyendo: “…Dondequiera que vayas, llevarás esas viejas preguntas, nada encontrarás en tus viajes que no estuviera siempre contigo y cuando te enfrentes con las cosas más desconocidas, descubrirás que son ellas las que arrullaron tu infancia…”.

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