Deepwater Horizon y Surprime

Deepwater Horizon atravesaba una plancha de agua de 1.522 metros cuando ocurrió el accidente el pasado 22 de abril (curiosamente el día de la Tierra). Las excusas sobre una experiencia innovadora sujeta a muchos riesgos e incertidumbres se vuelve débil e insultante. Las grandes compañías conforman conglomerados y asociaciones para garantizar el suministro de los 83 millones de barriles que consumimos a diario y, para ello, hacen lo que el mercado les pide, sacar petróleo de debajo del agua, de las piedras, de donde esté.
Tras unas semanas de desaires, tras comprobar que el desastre era mucho más grande de lo que decían (vertidos oficialmente de 5.000 barriles diarios – 800.000 litros- la realidad entre 20.000 y 70.000 barriles) el gobierno estadounidense ha tenido que actuar, pidiendo responsabilidades (nimias en relación a los daños causados) y activando de manera muy propagandística esa política de autonomía energética y de generación de energía verde que tantos años se lleva reclamando.

Como las entidades financieras tienen que seguir existiendo porque prestan un servicio necesario y útil a la sociedad, los gobiernos las tocaron sólo superficialmente, con las petrolíferas ocurrirá lo mismo. Tras la tormenta deberán seguir operando y suministrando combustible.
Mucho idealismo de cartón, pero como se preguntaba Ulrich Beck, “¿Por qué no se afrontan los problemas más urgentes de nuestra época -las crisis ecológicas y el cambio climático- con la misma energía, el mismo idealismo, el mismo entusiasmo, optimismo y espíritu democrático progresista que las anteriores tragedias de la pobreza, la tiranía y la guerra? ¿Se conmemorará retrospectivamente a Deep Water Horizon como el octubre rojo ecológico del capitalismo del Gran Petróleo? “
Tony Hayward tiene que asumir su rol de diana en la prensa, en ello le va también gran parte de su sueldo como presidente de BP, y Obama tiene que escenificar que tira a la diana y que acierta de vez en cuando para tranquilizar a la opinión pública, pero no causará heridas de consideración.
Centrar la situación en el Deepwater Horizon es el mismo error que centrarse en las surprime. Vivimos en una sociedad que vive por encima de sus posibilidades económicas y tenemos una modelo económico sustentado en la industria basada en combustibles fósiles. Si aplicamos el sentido común a la fórmula no resulta difícil adivinar que no estamos sobre el camino de baldosas amarillas.

Aunque el movimiento social, la acción civil es la que mueve montañas y los grandes cambios son por definición, germen de una revolución, no es menos cierto que las grandes palancas y decisiones se toman en unos cuantos despachos. Me gustaría pensar que los habitantes de algunos de ellos va a arrancar en breve la maquinaria que cambie la ruta de este gran petrolero.
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