Llevemos un caso muy común al extremo. Una situación habitual, el debate sobre el lugar elegido para cenar. Cuando la decisión se comparte, hay veces que llega a producirse la discusión. Uno cede, la elección cae sobre el restaurante elegido por el acompañante. Pues bien, si la cena es un desastre: la comida mala, el servicio malo, la cuenta alta, caben dos opciones: echárselo en cara al acompañante con corrosión, o bien relajarse y disfrutar de la noche. Marshall Goldsmith hizo una encuesta sobre las reacciones de sus alumnos: el 75% dijo que habrían hecho lo primero a pesar de que eran plenamente conscientes de que deberían hacer lo segundo. La conclusión del profesor Goldsmith es que el ansia de ganar una discusión nos lleva más allá del sentido común.
Como apuntaba Plácido Fajardo, “...hay que saber perder sin que ello represente una deshonra. Ceder a otros las victorias y reconocerlas cuando se producen refuerza la humildad y la generosidad. Y puede llegar a ser mucho más inteligente”.
Cuando demostramos que sabemos perder, enseñamos nuestro lado más humano, el de enfrente sabrá reconocerlo.
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