sábado, 25 de septiembre de 2010

Atardece en el tren

Algunas cortinillas estan echadas, y es que a esta hora en que el sol de forma remolona busca el horizonte, su luz traspasa el vagon de lado a lado y se ciegan los ojos si las telas no se lo impiden.

En nuestro rincón de vagón las cortinas están plegadas y es asi, a cada curva del rail, el penetrante rayo se fija en una víctima. Como si se tratase de un ancrónico inquisidor, nadie es capaz de sostenerle la mirada.

Esta curva es muy abierta y la moderada velocidad hace que la linea de barrera de la luz directa se vaya deslizando, como si de una radiografia se tratase. Le barre el cuerpo lentamente, desde la cabeza a los pies. Primero llega al pelo y los ojos para dejarlos cerrados y sumisos, a continuacion sus hombros y sus senos, haciendo invisible la blusa que la cubría, para llegar al fin hasta sus caderas y haciendo vibrar la hebilla dorada del cinto. Pudoroso entonces la luz, se detiene justo a la entrada de un tunel.

La imaginación lucha para vencer a la frustación. Y es que cuando en los viajes de largo recorrido nuestro acompañante se duerme y nos deja solos con la lectura y el paisaje, nos ponemos a inventar aventuras que sólo existirán en nuestra mente.Cuando en otro asiento, al lado del pasillo, comprobamos que la historia se repite pero a la inversa, nos da por pensar que el alma gemela le dio por meterse en el mismo tren.

Ella te mira, todo se confirma, los astros se han aliado, la llave de nuestra carcel esta ahí, a nuestro alcance. El idilio se desvanece tan como se creó. Nos da por pensar hasta donde llegariamos con alguien igual que nosotros.

1 comentario:

Mariluz GH dijo...

La magia de un viaje en tren.

abrazos