jueves, 9 de septiembre de 2010

Los Jajamim de La Coyantina

Agudizar el ingenio, optimizar los recursos, aprovechar las oportunidades.

Con más énfasis que nunca son las consignas que se proclaman cada mañana en las empresas y organizaciones de este país. No se puede permitir el lujo de no utilizar de la forma más adecuada todo aquello que tenemos disponible. Ni una máquina parada, ni un hombre sin tarea, ni un euro no invertido en la actividad. Todo lo que se haga es poco, siempre hay una mejor manera de hacerlo, de conseguir mayor y mejor rendimiento.

Y los ayuntamientos dedicados a estudiar como poner mejor la mano al crédito del Estado como oxígeno limitado a sus imperiosos problemas.

Un paseo por cualquiera de nuestros pueblos y ciudades nos permitiría obtener un catálogo de recursos y actuaciones que podrían hacerse de otra manera: invirtiendo menos tiempo y dinero, considerando el bienestar del ciudadano, cohesionando el modelo de ciudad, armonizando actuaciones previas y posteriores. En definitiva, esos pequeños detalles que nos hacen acordarnos sobre quién será el responsable de que eso ande así, donde parece que se ha empleado de todo menos el sentido común.

Ese mismo sentido común que tienen, a bolsas llenas, gracias a una experiencia largamente contrastada, y un profundo conocimiento en diversas materias, muchos de nuestros mayores. Ahora que la ciencia avanza que es una barbaridad y permite disfrutar de una vida más larga con cuerpo y mente en un aceptable estado, es un deleite hacerles consultas, incluso escucharlos sin preguntarles nada.

De manera habitual, gracias al tiempo de ocio que la dura vida de trabajo les negó en otras épocas, se reunen en torno a un árbol, normalmente el más señorial, un banco, o simplemente en torno a unas tazas de café en un bar. Nunca les faltan temas, debates, áreas de pensamiento y reflexión. De toda la vida o actuales.

En mi pueblo, Isla Cristina, por citar sólo una que me resulta mágica, la del café La Coyantina. Es realmente placentero sentarse, de manera distraída en la terraza, cerca del grupo, y escucharles hablar de historia, ciencia y política, sobre todo de política. Pero de la buena, de la que se definió para dar servicio a la comunidad, sin necesidad de rendir pleitesías a ningún personaje o entidad. De esas reflexiones, emanan propuestas con sentido y contenido.

Me levanto y me voy pensando sobre cómo va siendo hora, ahora que la edad y la lucided se alargan, de instaurar en los municipios españoles un comite asesor vinculante de sabios. Sería todo beneficio para la comunidad. Todo margen, en términos de empresa. Es el momento de transformar las tertulias, en debates contractuales que ayuden a propios y extraños a conseguir una mejor convivencia.

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