De manera habitual, sufrimos una sobrecarga de información, sobrepasan los 3.500 mensajes los que recibimos en una semana. Algunas personas ocupadas más de treinta llamadas al día o cien mensajes de correo, y para colmo, nuestros sentidos están de forma automática siempre activados para captar cualquier ruido, olor o movimiento que suceda alrededor, hasta los que no nos gustaría recibir.
Nuestra mente asigna distintos niveles de importancia a la información recibida y la almacena en distintos apartados de la memoria. A largo plazo nos quedan aquellos que los especialistas dicen que se han consolidado. Si en el proceso de almacenaje de una información importante sufrimos un cambio de ritmo importante, lo que antes decíamos como pequeña conmoción, es probable que olvidemos ese dato por muy trascendental que fuese hasta que alguien enfadado nos lo recuerde.
James McGaugh, gran estudioso de la configuración de la memoria humana, ha demostrado que la consolidación de la información en la memoria es tanto más sólida cuanto más asociación tenga con las emociones del individuo, por eso en situaciones de estrés se recuerdan más cosas.
Cuando se activan las emociones, se libera adrenalina, y ésta a su vez inyecta en el cerebro el neurotransmisor norepinefrina que favorece la memoria. Por eso el estudiante se aprende rápidamente los temas un par de horas antes del exámen. Por eso todos nos acordamos donde estábamos y lo que hacíamos en la mañana del 11M. Por eso un gran episodio sexual es largamente recordado.
La conexión entre emociones y memoria puede ser usada intencionadamente cuando se pretende que a nuestro interlocutor se le quede grabado el mensaje que intentamos transmitirle. Las películas tienen diez minutos últimos lacrimógenos o trepidantes. El mensaje publicitario trata de ser una lanza al corazón. El jefe apela a la valía personal del empleado para lograr mayor rendimiento.
La fórmula más adecuada para que nuestro cliente retenga nuestros argumentos no es insultarle ni pisotear su trabajo. Necesitamos encontrar estímulos positivos que aceleren su corazón. Lograr la conexión con las emociones positivas es lo complejo, ciertamente, no se sabe bien por qué, es más difícil hacer reír que llorar.
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