jueves, 7 de octubre de 2010

Isla de Jonás

Ahora, que llega el final de la campaña, cuando en la arena quedan más colillas que conchenas, cuando las olas no son acalladas por los gritos y el horizonte queda mucho más allá de la siguiente sombrilla, es hora, se hace necesario, hacer balance. Reconocimiento de la pésima gestión realizada de nuestras playas, nuestra seña de identidad turística.

Hay que reflexionar aunque lleguen las lluvias y temporales que enterrarán la basura, oxidará las latas y hará crecer una nueva generación de vegetación costera; que volverá a ser pisoteada por los desaprensivos que dicen no saber que estaba ahí antes de que llegasen y que no piensan que debe quedarse tal como se lo encontraron.

Pongamos el caso de una situación que podría haber ocurrido en cualquier playa, pero que me sucedió en Isla Cristina, puede describirse así:

- ¿Tienes una navaja?
- No.
- Es para cortar algunas ramas, es que se me ha atascado el coche en la arena.
- Ya lo veo. Si quieres, lo que tengo, es un teléfono móvil. Podemos llamar a la Guardia Civil.
- Teléfono también tengo yo, no hace falta que llames.
- Claro, lo que pasa es que si llamamos a la Guardia Civil habrá que explicarles por qué metiste ahí el coche.
- Es que había una sombra muy buena detrás de esos pinos.
- Pero te has salido del camino.
- Es la primera vez que vengo
- Ahí no se puede meter el coche.
- He visto huellas de otros coches y las seguí.
- Claro, es mucha la gente que viene por primera vez. ¿Quieres entonces que llame?
- No, no.

Con ese tipo de peripecias aun en la retina, tengo la suerte de viajar. En los lugares más dispares se puede encontrar personas que, al comentarles tu lugar de procedencia, presumen de conocer Isla Cristina. Preguntan por el Faro, ese que antiguamente fue faro de verdad. Suelen tener mucha confianza con Araceli la pescadera de la calle España que le guarda la mejor merluza fresca de la costa. Otros tienen en su cocina como especialidad el arroz con bogavante, que consiguen traerlo directamente desde Isla.

Todo este tipo de referencias tienen un rasgo común, la identidad, la exclusividad, la singularidad. Eso que en los entornos del mundo de la empresa llaman diferenciación. El éxito empresarial pasa por una adecuada estrategia de diferenciación. Al fin y al cabo no son más que rasgos que te permiten distinguirte de los demás, esas señas que se alojan en algún espacio recóndito del cerebro y que hace que las personas elijan un producto en lugar de otro, un destino turístico en lugar de otras decenas posibles.

Y vuelvo, a mi pesar, a recordar los innumerables errores garrafales de planificación, gestión y control que se producen de manera reiterada en Isla Cristina. Mucha campaña, mucho panfleto y fachada y escasa longitud de miras.

No hay comentarios: