lunes, 22 de noviembre de 2010

Prenda de contraste

Momento decisivo, temido, deseado, odiado según las circunstancias. Sin excusas tenemos que afrontarlo, enfrentarnos a nosotros mismos, en privado, sin testigos, sin interferencias. El ciclo se repite.

Tengo, lo que denomino prendas de contraste. Son dos. Una para el inicio del invierno, otra para el inicio del verano. No las uso, las conservo en el armario sólo para esa ocasión, cumplen su misión y vuelven a su percha.

Ahora le toca el turno a la de invierno. El rito consiste en colocármela, a solas, en la habitación, fuera de la vista de los espejos, con luz tenue al principio si es posible. Su ajuste más o menos adecuado a mi cuerpo un año después, activará la inyección de autoestima o la bomba de relojería en mi conciencia. En apenas unos segundos podré comprobar si conservo la figura, el tipo, el garbo que tenía hace una temporada, o si, en cambio, se ha ido con los excesos.

Quizás este año me he dejado crecer el pelo, o me lo corté sobremanera. Quizás me he dejado barba o me he cortado las patillas. Estaré más bronceado o blanquecino. He seguido modelando mi apariencia en definitiva, pero para encontrarme a gusto conmigo mismo, la prenda tiene que quedarse como aquel momento en el que me la puse en el probador de la tienda y tan galán me encontré. Como aquella vez que, teniéndola puesta, me dio un sí sin contemplaciones.

A estas alturas tengo un año más de experiencias y vivencias, algunas cicatrices más, sobre todo internas y una nueva estantería de satisfacciones. Pero nada de eso se ve y una parte de nuestro cerebro las convierte en secundarias en el momento de la prueba de contraste. La vista es el sentido que suele entrar primero en acción y reclama su protagonismo de forma periódica.

Y es que, para encontrarnos bien con nosotros mismos es fundamental identificarnos con lo que aparece enfrente en el espejo. Las prendas de contraste ejercen la valiosa función de control y contraste a los argumentos que nos hayamos podido repetir insistentemente en silencio en las últimas semanas.

Esta vez no me ha ido mal, me gusta como me queda, la he vuelto a colgar con una media sonrisa en la cara. Hoy he metido una nota en un bolsillo, una tarea que me he impuesto cumplir antes de volver a coger esa percha. La apariencia es importante pero no debemos contentarnos con eso, cada ciclo debe ser mejor que el anterior, en todos los sentidos.

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