Las estrecheces de la ciudad quedan apenas a media hora, pero desde aqui, se sienten planetas lejanos.
Las aves en el agua, en el barro, en el aire son las verdaderas protagonistas del escenario. Las invernantes, llegadas desde sus colonias del norte, se sienten a gusto en este ambiente que cala hasta los huesos.
La sorpresa, la rareza, puede aparecer en cualquier rincón, consiste sólo en estar atento. El otro dia por ejemplo me cautivó, al amanecer, la bandada de golondrinas que se despertaba junto a la Dehesa de Abajo, se contaban por centenares, algo sorprendente para los que siguen convencidos de Europa se vacía de golondrinas en invierno. O los grupos de picos de coral que en esa misma zona picoteaban en las orillas del arroz, vaya destino para este pajarillo tropical.
No todo es idilico ni mucho menos, es necesario ir prevenidos contra el barro y el frio; curados de espanto ante el continuo rugir de las escopetas, en no pocas ocasiones ubicadas en espacios prohibidos y apuntando contra especies protegidas.
2 comentarios:
Qué suerte la tuya, poder disfrutar de ese momento especial.
Me lo apunto para una futura salida campestre.
felices fiesta
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