viernes, 4 de febrero de 2011

Palomas en pie de guerra

Con estos giros que se producen a veces en la vida, las tornas, las percepciones se van modificando. Sin dilación cambia la filia a fobia de repente cuando miramos insignias, banderas, símbolos. Lo mismo son adorados y deseados, que repudiados al minuto siguiente como si su bondad o maldad intrínseca dependiese del aire que sople.

Llama poderosamente mi atención una propuesta del Ayuntamiento de Sevilla. Están preparando una ordenanza en la que se pretende establecer una multa de entre 75 y 500 euros para aquellas personas que den de comer a las palomas.

De forma automática llega a mi mente la Plaza de España, o cualesquiera de las otras que existen por toda la ciudad. La imagen de la abuelita convertida en posadero de decenas de estas aves, feliz, llena de alegría. Me viene al recuerdo una exposición que visité hace unos meses en el museo de artes y costumbres populares en la que mediante fotografías tomadas con las palomas del parque de María Luisa se dibujaba la historia de incontables familias.

Cierto es que, en algunos enclaves, el crecimiento de la colonia de palomas se está convirtiendo en un problema, por el olor de sus excrementos y por la posible aparición de parásitos, o incluso ratas que viven de lo que a ellas se les cae.

Pero debemos alejarnos de su criminalización. Las palomas no son malas, ni siquiera feas. Es más alegran el cielo con sus vuelos y a los niños y mayores cuando corren delante de ellos. No son malas por si mismas, en realidad son puras supervivientes. Han conseguido adaptarse al medio y viven en la ciudad de todo lo que a nosotros se nos cae y sobra. De hecho, la comida que expresamente se les echa es una menudencia comparada con los enormes recursos con los que cuentan cada día a pie de calle.

En los últimos meses las palomas han encontrado unos palomares urbanos magníficos en las decenas de construcciones a medio terminar, en los edificios que han visto disminuido su presupuesto de mantenimiento, incluso en algunos otros que se encuentran en semiabandono. No podemos culparlas de sean capaces de adaptarse al entorno y sacarle utilidad a nuestra mala gestión y despropósitos.

La iniciativa del ayuntamiento hispalense tiene ya numerosos precedentes. No quiere decir eso que se esté acertando, es más, se están equivocando. No es malo, no se es mala persona por echar unas migajas de pan a las palomas. Y la solución no pasa por realizar sacas periódicas ni poner un guardia detrás de cada abuelo que lleva de la mano a su nieto.

Al proyecto de La Plaza de Las Palomas de Rinat Izhak se han subido 1.138 imágenes, se han unido 35 artistas y se cuentan por centenares las personas que han querido recrear las fotos de sus abuelos y visitar de nuevo Sevilla, el parque y sus palomas. Para millares de personas de varias generaciones un trozo de sus recuerdos, de su vida está ligada a las palomas.

Es el símbolo de la paz con el que millones de niños han celebrado hace unos días que cualquier guerra, cualquier bomba es mala, por eso es absurdo utilizarla como arma arrojadiza para una contienda política que nada tiene que ver con ella.

La paloma de la paz
vuela vuela sin parar
sobre mi mamá
sobre mi papá
vuela vuela sin parar
la paloma de la paz
nunca dejes de volar

1 comentario:

susana dijo...

Es, una ancestral y lamentable pero poderosa manía, la que muchos hombres cultivan, de desaparecer drásticamente el problema con la certeza de que esa es la única solución. Se cometen aberraciones, genocidios, y aunque en este caso hablamos de indefensas aves....la actitud es la misma. La vida, es vida desde los organismos unicelulares, la vida es intención, y el propósito deberia ser siempre la defensa de la misma, o porque una horda de inútiles con falta de tino y valores, muchas veces tienen poder de decisión y defecan con inoperancia al común de sus congéneres, hay que liquidarlos? fuerte, pero me cansa la gente que no sabe sumar, ni valorar la vida, ni apreciar al reino animal. Un cordial saludo!!