Treinta años. No son nada, son toda una vida. En términos demográficos supone que se ha producido un cambio generacional. Los que nacían hace treinta años, ahora son padres. Y los padres de hace treinta años, son ya abuelos.
Por esa propia naturaleza, la barrera de los treinta años es crucial y es la que determina el horizonte a largo plazo: Es el tiempo necesario para que lo que dicen los papeles dejen de hacer daño, y se desclasifican. Es el plazo máximo de prisión por haber cometido un delito. Es lo que hay que esperar para que prescriban los delitos no castigados. O también es el plazo al que muchos bancos conceden créditos hipotecarios.
Hace treinta años en España, la joven democracia peligró durante unas horas por el golpe de estado que se produjo. Lo que quedó en un episodio fugaz, sin apenas daños físicos y materiales, fue una bomba de relojería por los daños morales. O al menos eso es lo que en estos días los medios de comunicación se encargan de engrandecer con sus especiales y reportajes: Televisión Española, Cadena Ser, ABC, El Mundo, El País.
El 23-F puede tener tantas lecturas, tantas visiones como personas que aquel día, aquella noche estuvieron pegados al transistor, escuchando las noticias y devanándose los sesos sobre las implicaciones y consecuencias que tendría para su vida y la de su familia aquella acción militar de fuerza.
Muchos sólo hemos podido vivirlo en toda su dimensión gracias a lo que hemos visto por televisión, escuchado por radio, leído en libros, prensa o internet, pero nuestra temprana edad nos impidió sentir la adrenalina en directo aquel día. El relevo generacional debemos ejercerlo activamente y traspasar la memoria colectiva.
De forma independiente a lo que digan los diarios, televisiones, radios, blogs en estos días, acerquémonos a nuestros familiares, a nuestros amigos que vivieron aquel día en carnes propias, y vamos a pedirle que saquen fuera lo que vivieron, lo que sintieron, lo que temieron. A ellos les sentará bien, nosotros podremos así acercar a nuestra vida lo bueno y lo malo de aquella jornada.
miércoles, 23 de febrero de 2011
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