Al fin y al cabo no hace sino cumplir lo que ya predijo cuando se presentó por primera vez, “No estaré más de ocho años en el poder”. Aunque, claro, las circunstancias eran otras, y quizás aquel anunció hoy no es más que su tabla de salvación.
Y como agua pasada no mueve molino, ahora lo que queda pedirle es que, fuera de la presión electoral, tome las decisiones que necesita el país. La historia puede recordarle por lo que aún tiene por hacer.
El debate se está yendo hacia el posible candidato y sucesor. Para mí eso es secundario, sobre si Chacón, si Rubalcaba, o un tercero que haga despertar entusiasmos electoralistas. Todos tienen en mente la gran ventaja que hoy las encuestas otorgan al Partido Popular, firme candidato a gobernar España durante cuatros años muy duros.
Lo relevante, lo vital para mí, es que en la convocatoria de primarias que celebrará en las próximas semanas el PSOE, sea capaz de alinearse y conectar con la militancia del partido. A ese ciudadano librepensador y proclamado de izquierdas y con el que el partido ha roto los lazos. El partido socialista necesita recuperar y proclamar un ideario que le permita posicionarse hacia el futuro, lejos ya de antiguas proclamas retrógradas en las que apelaba al cambio y a alejarse del antiguo régimen.
Andalucía, con todas sus virtudes y defectos también está a punto de lanzar un órdago al partido socialista. El feudo que se creía eternamente jornalero y volcado a la izquierda está a punto de decir basta. Basta de corrupción, de ineficiencias, de políticos sin discurso de fondo; basta a los bandazos, a la inexistencia de rumbo.
Lamentablemente, el Partido Popular, actualmente en la oposición tanto en Andalucía como en España aún ha sido incapaz de consolidar una clara apuesta de gobierno con un plan de trabajo sólido.
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