Una empresa, una organización con cerebro femenino resultaría sin duda imbatible, sería líder de mercado. Apenas encuentro alguna que así funcione, desde luego, no un partido político, a pesar de que la conclusión la extraigo de una frase de nuestro aún presidente del gobierno el pasado sábado: “el PSOE tiene inteligencia y cerebro de mujer porque es capaz de hacer tres cosas a la vez”.
Por mi parte, humildemente, no tengo más que reconocer mi limitación. Yo soy incapaz de hacer varias cosas a la vez. Es más, incluso cuando pongo toda mi atención, todo mi empeño y toda mi concentración en un objetivo, no son, ni mucho menos, garantías para que haga bien aquello que me había propuesto.
Técnicamente hace tiempo que las diferencias han quedado demostradas. La forma en que se llevan a cabo las conexiones neuronales, debido a la diferencia de tamaño del cerebro masculino y femenino, hacen que ellas tengan más desarrollada el área emocional y todas sus variantes, y ellos tienen más espacio para la acción. En palabras de Laura Brizendine, autora de "El Cerebro Femenino": “Mientras éstas tienen una autovía de ocho carriles y los hombres una carretera secundaria para procesar la emoción, los hombres cuentan con un aeropuerto como el O’Hare de Chicago para procesar ideas sexuales, mientras las mujeres sólo tienen el aeródromo de al lado donde aterrizan aviones pequeños y particulares”. En un plano mucho más informal y delirante sigue siendo altamente recomendable el clásico de “Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas” de Alian y Bárbara Pease.
En áreas vitales de la vida está probado que el tándem masculino-femenino funciona a las mil maravillas. Su puesta en práctica en el mundo profesional, empresarial y organizacional a buen seguro sacaría del atolladero a muchas empresas, y si se produce el milagro, quizás hasta al PSOE.
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