Las primeras declaraciones que oí fueron de un ministro marroquí que afirmaba que este hecho no iba a cambiar los planes de cambio del gobierno marroquí, van a continuar las medidas emprendidas por el régimen. No me pareció un mal discurso ni una mala decisión, si es cierto que van a llevarse a cabo.
Aunque fuentes oficiales y analistas intenten aislar el atentado de otras circunstancias actuales. A nadie se le escapa que sobre el régimen marroquí hay una gran nube gris, que, como tormenta eléctrica de primavera podría descargar todo su aparato eléctrico en cualquier momento. No deben autoengañarse y tienen que reconocer que si decide estallar no van a poder controlarla, por mucha gente que metan en las cárceles, por mucha violencia y represión que se ejerza.
Mohamed VI y su equipo tienen una visión clara de futuro para el país jugando en el panel global de la economía de mercado y el capitalismo. Tienen una apuesta decidida por la generación de riqueza y la competividad del país como camino hacia un futuro estable y próspero. Eso sí, con la omnipresencia del régimen y sus instrumentos políticos y económicos en todos sitios. Marruecos ha desplegado una importante diplomacia internacional y unos vehículos financieros y económicos de ida y vuelta que están atrayendo inversión y haciendo crecer el PIB del país a unos ritmos sostenidos dignos de aplaudir.
Esta cara amable con gobernantes y empresarios del mundo no es la misma que se ofrece al ciudadano de a pie marroquí, al que se le está sometiendo a una sobredosis de trabajo, esfuerzo, sacrificio y presión fiscal sin precedentes en el país. Y lo peor es la presión ideológica. El actual equipo de gobierno no permite voces disonantes en la melodía que han decidido tocar. La libertad de expresión y la divulgación de ideas está mutilada en todos los sentidos, político, económico, sobre todo religioso.
Porque la monarquía alauita tiene todos los tipos de poderes en sus manos, el legal, el económico y el religioso. En todos ellos marca las directrices a todos los súbditos. No en vano es un derecho que a otorgado dios a la casa real.
Las reformas y los cambios, proclama a viva voz el régimen, va a aumentar la pluralidad, la libertad, el aperturismo. Tímidos cambios que solo pretenden alargar la situación y favorecer que las reivindicaciones se vayan enfriando. No van a hacerlo, ayer los jóvenes decían "No tenemos nada que perder". Conseguirán que las manifestaciones sean más esporádicas pero también más radicales y violentas. El estado marroquí tiene la obligación, tiene la necesidad de tomar grandes decisiones, llega el momento de saber si Mohamed VI está llamado a hacer grandes cosas.
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