En pocos momentos como en los que estamos viviendo esta semana, la actividad ha sido tan frenética y ajetreada, sobre todo en los ayuntamientos. Por diversos motivos, cada cual que apañe el suyo, unos por miedo a su próxima destitución, otros por la oportunidad que puede ofrecerles el futuro inmediato, todos están arremangados, trabajando y empujando.
Los Ayuntamientos, las diputaciones y las administraciones autonómicas son empleadores de máxima magnitud. El Ayuntamiento es la entidad con más empleados de todo el municipio en bastantes de las ocasiones. Y la semana pasada ha cambiado el jefe (alcalde). El nuevo va a nombrar un nuevo equipo directivo (concejales) y éstos a su vez un equipo de trabajo (puestos de confianza y libre designación). Todo con el objetivo de poder llevar a cabo lo planificado durante los meses de candidatura al puesto.
Así pues, unos para demostrar su valía, aparte de posibles designaciones arbitrarias anteriores, otros porque esperan la oportunidad que tiempo atrás se les negó sin argumentaciones mínimas, están en estos días haciéndose visibles. Para ello se ponen sus mejores galas profesionales, despliegan su encanto, su entrega, su inteligencia, su audacia. Ponen encima de la mesa, en definitiva, lo mejor de ellos mismos.
Se debería retrasar unos meses la sesión de investidura y dejar que las administraciones prolonguen su mejor momento de prestaciones de servicios al ciudadano.
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