lunes, 27 de junio de 2011

Se quedarán en las jaulas

No volarán nuevos quebrantahuesos este año en Cazorla.


La decisión, antaño estaba reservada a la Naturaleza y sus designios: la bonanza del clima, la fertilidad de los padres, la ausencia de tormentas en el momento de la eclosión de los huevos, la existencia de alimento suficiente, … Estas circunstancias han sido sustituidas en nuestros días por una reunión de gabinete técnico de la entidad responsable del programa de la especie.


La Fundación Gypaetus, responsable del programa de reintroducción del quebrantahuesos en la sierra de Cazorla, Segura y Las Villas para tomar esa decisión ha alegado la existencia de un complot que pretende conseguir el fracaso del programa mediante la colocación en el campo de cebos envenenados que están haciendo fallecer a todos los ejemplares liberados.


Por suerte en todas esas sierras existe una enorme biodiversidad y están presentes numerosas especies de mamíferos, aves, reptiles que no menosprecian un apetitoso cebo. Resulta complicado creer que los supuestos boicoteadores sean lo bastante precisos y expertos como para lograr que el primero en encontrar un cebo envenenado en tan extenso terreno sea uno de los 9 quebrantahuesos que campean por medio Jaén antes que cualquier otro ser vivo.


Los cebos envenenados son un problema sí, y serio, porque no están suficientemente castigados, porque el daño que hacen es inmenso e indiscriminado y sobre todo porque es una práctica que no beneficia a nadie. Es necesario desengañarse, no sirve para nada hacer eso, los perjudicados somos todos y principalmente los habitantes de esas comarcas.


Pero no es ésta la causa que ha hecho que no se vayan a liberar quebrantas este año. Detrás de la decisión de la fundación hay profundos problemas de gestión, de eficiencia, del desarrollo de un proyecto millonario que consigue mínimos resultados.


Este tipo de proyectos, hace unos años podían ser una gota de aceite en el océano, pero servían para que la sociedad, las grandes compañías, la administración pública pareciese sostenible, que se preocupaba por el medio ambiente. Pero ahora, cuando el ajuste del cinturón llega a todos lados, cuando la oposición, los interventores y los auditores empiezan a preguntar por cada céntimo que se gasta, la acción de ciertos conservacionistas metidos a empresarios se convierte en un grano en la frente.


A los mensajes que llevan circulando ya semanas de antiguos trabajadores de Gypaetus, sobre errores graves en la gestión, se ha sumado esta semana la dimisión de su presidente. La entidad anuncia recortes presupuestarios y medidas de ajustes, pero no paran de lloverle públicas críticas incluso de personas que forman parte de su patronato.


Para el año 2011 se mantiene el presupuesto de la Junta de Andalucía destinado a este programa, el cual sólo es uno de otros muchos que están en marcha, todos con presupuestos millonarios, gran parte de ellos con presupuesto asignado de manera directa, gran parte de ellos cuestionados en su metodología y eficiencia desde hace mucho.


Programas adornados ostentosamente con fotos de consejeros y personalidades públicas liberando ejemplares, de muestra muchos de ellos, atropellados, tiroteados o electrocutados apenas poco más tarde.


Programas publicitados por doquier, a los que asisten centenares de voluntarios, que se convierten en un instrumento “involuntario” del autobombo de la administración pública.


Llegan malos tiempos para la conservación porque es fácil tomar la decisión de recortar los programas alegando crisis económica y falta de presupuesto cuando en realidad lo que se necesita es otra forma de trabajar: fijar la verdadera prioridad en la conservación, promover la competencia entre entidades mediante concursos públicos, intensificar los controles, exigir que se cumplan los objetivos marcados, coordinar diferentes programas. En definitiva, diseñar y ejecutar una verdadera estrategia de conservación de la biodiversidad en Andalucía alejada de favoritismos y pleitesías.

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