Lo que ocurre es que el Parlamento de Andalucía va a pasar a tener 110 escaños. Se va a agregar uno a los 109 que ahora existen. Ese nuevo sillón podrá ser ocupado por aquellos ciudadanos (su representante) que quieran presentar iniciativas para que sean debatidas en el parlamento y, en su caso se transformen en norma.
Quizás los políticos quieren poner enmienda a casi 30 años de sequía de participación popular directa en las instituciones, pues hasta ahora no ha llegado al parlamento andaluz ninguna propuesta con estas características. Todos hemos firmado alguna vez una iniciativa de estas. Bien, ninguna, ninguna llegó.
Para facilitarlo se anuncian bajadas en los listones de exigencias: menos plazos en los trámites administrativos, menor número de firmas necesarias, capacidad de nombrar libremente representantes, etc.
Ante la popular iniciativa del presidente andaluz, lógicamente la oposición se ha apresurado a decir que les han copiado la idea. El resto de fuerzas políticas también han aplaudido la iniciativa, a su manera.
Resulta que ahora todos están encantados de que el pueblo hable, de que se convierta en protagonista, de que se coloque en el centro del debate público cuando se reúna cierto quórum popular. Va a ser que la luz se ha hecho.
A ver en que queda todo esto cuando la luz, la luz de los focos se apague. Veremos las matizaciones incorporadas por las comisiones parlamentarias a la propuesta anunciada, muchas de esas matizaciones se propondrán desde el propio grupo parlamentario del presidente. La norma final aparecerá tarde y desdibujada pues si siguen adelante con la idea tal como la han expresado estarían reconociendo que llevan treinta años gobernando de espaldas al pueblo. Tendrían todos que renunciar automáticamente a su escaño.
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