Y aunque medio de vida técnicamente hablando, también puede convertirse en un estilo de vida, no es una idea descabellada, digo yo, ya que le dedicamos tanto tiempo al alimento y a todo lo que lo rodea. Nos preocupamos tanto de la alimentación de nuestras personas cercanas, nos ocupamos tanto de que nuestra nevera y despensa cuente con aquello que nos resulta imprescindible, que bien podríamos llegar a determinar que nuestra manera de enfrentarnos a los alimentos es también nuestra manera de vivir.
Conozco a varios, y yo entre ellos a los que nos da una rabia espantosa tirar comida. A veces, llegamos a comer demasiado con tal de no dejar en el plato y que vaya a la basura. En las comidas sociales, cuando puedo opinar, no dejo que una buena mesa sea mejor por su abundancia sino por su esmero y su variedad. Nunca entendí que fuese un gesto de clase dejar en el plato los dos últimos trozos. Reminiscencias de alguna época de penuria de la que deberíamos habernos olvidado ya.
Si trasladamos esta manera de proceder a otros campos de la vida, nos puede mostrar numerosas enseñanzas. Es necesario sacar el máximo rendimiento y provecho a los recursos disponibles en las empresas. Los proyectos más interesantes no tienen por qué ser los de mayor presupuesto. Combinar competencias y habilidades (ingredientes) de diversos campos, pueden construir algo muy próspero (hacer un guiso exquisito). A veces no resulta nada fácil llevar esto a la práctica, pero merece la pena intentarlo. Necesitar menos recursos para conseguir importantes objetivos es también crecimiento sostenible.
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