martes, 10 de enero de 2012

El lugar

Acabará por no resolverse nunca. Saber si hemos encontrado nuestro lugar en el mundo es una inquietud que permanece; en ocasiones latente, al fondo de un cajón, en otros momentos, candente, abrasándonos la piel.

En el semáforo, cuando cambia su color en ese ciclo programado, constante e inmutable, unos se detienen y otros prosiguen. Al llegar al forzoso punto de parada, improvisado lugar de encuentro, los autos ocupan el espacio reservado para las motocicletas, las motos ocupan el espacio de los peatones, y éstos el carril bici. Para las bicis queda el espacio de los autos.

Como un efecto dominó espontáneo, colectivo e inconsciente, mientras el semáforo se prepara de nuevo para volver a cambiar de color, ajeno a la multitud o la soledad que le rodea, cada uno, montado en sus zapatos o sus ruedas tiende a ocupar el lugar que no le es propio, arrastrados por un acto de rebeldía del subconsciente que se niega a ocupar el sitio que otros se preocuparon de reservarle.

Cambia el semáforo, unos paran, otros prosiguen, todos se dirigen al rincón del mundo que los espera esa mañana. Rincón para unos impuesto, para otros necesario, para otros absurdo y vacío. Para unos pocos el lugar elegido, el deseado. Afortunados.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Recomiendo que vean "Un lugar en el mundo" de Adolfo Aristarain del año 92 con Federico Luppi, José Sacristán y Cecilia Roth. Ojalá todos viésemos con claridad cual es nuestro lugar.

Antonio Aguilera N dijo...

Bien!

Tenía en mente la peli cuando escribí el post. Incluso estuve tentado de ponerle el mismo título.

Me alegro que el escrito te haya trasladado a tí también a aquella historia.