lunes, 6 de febrero de 2012

Curiosidad

No tengo ni idea, no lo sé. No he hecho tampoco ningún esfuerzo por averiguarlo. En realidad, ni siquiera se lo he preguntado.
Lo que hable con sus amigas, o supuestas amigas, como se comprobará más tarde es cosa de ellas. De los temas que ocupen sus charlas cuando nosotros no las oímos, queda entre ellas, o al menos eso debería, como después se evidenciará.
Curiosidad debe ser la palabra. Pues en realidad, siempre he tenido curiosidad por saberlo, por averiguarlo, no porque vaya a servirme de mucho o  porque pretenda utilizarlo para nada. Es sólo que ese gusanillo pinchante despierta la inquietud, ciertamente femenina que hay en mi.
Un grupo de chicas, sin ellos cerca, es como un juego de muñecas rusas en las que al abrir una, la que lleva dentro puede ser muy diferente de la anterior. Nunca se puede saber si la que viene a continuación es rubia o morena, estará triste o alegre, será generosa o traicionera.
DonLondon es una obra de protagonistas femeninas para un auditorio masculino. El otro día tuve ocasión de disfrutarla. En los apenas 75 minutos que dura la obra, se desvela como la comehombres es en realidad una buena jugadora de parchís; que la mariposa es la más madura, la cabra loca es en verdad ciegamente fiel y la mosquita, la que coge el trozo más sabroso del pastel.
Cuando se reúnen en un café, en un cuarto de baño, en la habitación de un hotel o se van a pasar un fin de semana juntas, de lo que hablen será cosa suya, y a cada una le servirá para reafirmar y reforzar los lazos de amistad o para romperlos. Cuando se reúnen a puerta cerrada, unas se quitan la careta que llevan puesta habitualmente, otras, al contrario, se la colocan.
Lo que hablen es cosa de ellas. Me quedaré con la curiosidad. Puede que sea la mejor manera de seguir llevándome bien con las amigas.

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