Ya está convalidado el decreto por el parlamento, y yo
aún no he terminado de digerirlo. Es cierto que no es un borrón y cuenta nueva
pero abre nuevas e importantes opciones en un marco jurídico que afecta de
forma vital a toda la población.
Hacía falta una reforma laboral, eso es incuestionable, y
varios son los motivos que pueden esgrimirse. El más importante sin duda,
nuestro brutal e histórico fracaso como país que ha colocado el nivel de
desempleo en el 23,3%, además creciendo. De eso debemos sentir responsable
todos sin excepción. Debemos asumir que somos un país anómalo, ningún otro de
nuestro entorno está en esta situación. Y parte de este fracaso también puede
ser achacado al marco jurídico, que la normativa anterior no ha funcionado es
simplemente un hecho.
Dicho así, ¿era necesaria una reforma estructural del
modelo? Derogar el Estatuto de los Trabajadores que tan buen resultado ha dado
hace treinta años pero que, es así, no responde a las necesidades de una España
del siglo XXI era una opción. Un gobierno en mayoría absoluta como el actual
del PP podría haberlo acometido y sustituir una norma básica que en realidad
lleva ya más de treinta modificaciones sustanciales.
Otra opción hubiese sido hacer una reforma de maquillaje
como varias de las últimas, ajustando algún tipo de contrato, moviendo los días
de 45 a 33, modificando las condiciones de ausencias, cuestiones en definitiva superfluas.
La norma emitida por el gobierno no se queda tampoco en eso.
El camino adoptado es mantener los cimientos pero
reajustar algunas partes sustanciales de la norma, en realidad llega a restablecer
un nuevo orden interno.
Algunos pretenden hacernos creer, y el tiempo lo dirá que
la reforma destruye la negociación colectiva. Después de releerla, escuchar
opiniones sesudas y compartir debate, mi opinión es que no la destruye sino que
modifica su estatus. Siguiendo la doctrina centroeuropea, lo que ha hecho el
legislador es incorporar un tercer elemento en la negociación colectiva. Hasta
ahora la negociación consistía en enfrentar los intereses de los empresarios al
de los trabajadores. Ahora se ha incorporado un tercer elemento, los intereses
de la empresa, que en no pocas ocasiones deben prevalecer frente al de los unos
y los otros. Porque en no pocas ocasiones, lo esencial debe ser que la empresa
continúe y que continúe con garantías. El mensaje de la norma es que la empresa
debe sobrevivir con independencia de lo que quieran empresarios y/o
trabajadores.
El sometimiento a trámite parlamentario ha sido un gesto
prudente del gobierno, pero en realidad no ha sido tampoco una demostración de
capacidad de diálogo pues lo esencial de la reforma no puede cambiarse ni
negociarse, entraríamos en una situación de inseguridad que en no pocos casos
causaría estragos en no pocas empresas, precipitando unos acontecimientos
dolorosos que quizás requieran pausa y meditación.
La bondad de la reforma está por definirse y reconocerse
en su aplicación, ahora lo que podemos decir es que, en su fondo, en su
mensaje, nos acerca más a los países de nuestro norte que a los de nuestros
laterales y sur y en los primeros se ha comprobado ya que el modelo funciona.
De hecho ya algunos listos están lamentándose de que la reforma no se hiciese
en 2003 que era cuando debimos y pudimos. Qué fácil ahora decir eso!
¿Y los sindicatos? Si tan mala y dañina es la reforma ¿por
qué no convocaron inmediatamente una huelga general? Puede ser porque sus
homónimos europeos están apoyando normas similares impulsadas por gobiernos
socialdemócratas en otros países, o porque simplemente reconozcan implícitamente
que hacía falta, aunque sea también dolorosa. En apenas unas horas si que la
convocarán. Y lo harán ahora porque el bocado de los presupuestos generales les
afecta directamente, y con eso si que tendrán la hucha del descontento
saturada, aunque su argumento más alto sea el de la reforma.
Lo peor de este país en este arranque de año no es la
reforma laboral, la cual podrá traer efectos positivos a medio plazo, sino un
empeoramiento de la situación de la sociedad que primero es económico, después
de convivencia y por último personal. No es un disparate la previsión de
destrucción de empleo en este año de 650.000 puestos de trabajo, los cuales se
traducen en centenares de miles de dramas personales. Con esa situación y las
políticas de ajuste que “lo acompañan”, la sociedad española puede ponerse en
los próximos meses al límite.
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