Sutiles matices en la mirada, falta de seguridad en los
gestos, no tomar la iniciativa cuando se espera que lo haga. Pequeñas
cuestiones que pueden pasar desapercibidas para cualquiera, el ojo experto del
jugador en liza, los capta rápidamente.
Sabedor de su ventaja, la confianza templa el pensamiento y,
a la vez, el movimiento imprevisto del rival le hace no bajar ni un ápice la
guardia.
En las partidas que se domina al rival, se suele
experimentar. Es el momento de arriesgar con jugadas no demasiado practicadas
que, con una combinación excitane de riesgo y sorpresa, pretenden aumentar la
ventaja. El riesgo, mediadamente calculado, esperando que provoque el giro de
la balanza a nuestro favor, pero no nos haga perder la partida en caso de
errar.
Dominar la situación genera confianza, pero no la suficiente como para que el jugador experimentado haga tonterías que pueden hacérsela perder. El tiempo, el movimiento que se tiene de ventaja puede ser aprovechado para indagar las virtudes del contrario. Menospreciarlas, subestimarlas priva de su riqueza.
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