Demasiado manoseada tenemos a Amazon de tanto usarla como
ejemplo de empresa a seguir. No faltan razones, lo hacen genial pero no es el
modelo, el referente a seguir para todo, creo que aún no tienen en su catálogo
las Tablas de Moisés.
Muchas entidades bancarias están trabajando para ser los
primeros en convertirse en un Amazon Financiero. Se lo he escuchado decir a un
alto directivo del Santander, Fernando boza. Al parecer, los departamentos de
desarrollo de las entidades financieras están trabajando de manera entusiasta y
contrarreloj para lograrlo. No e más que una carrera vital para alcanzar una
ventaja competitiva crucial, razonable en términos de mercado, explicó.
Sería terrible, pensé. Como cliente es malo, porque tanta
supremacía de una entidad borra del mapa al resto de competidores, mutila la
oferta, domina el sector y establece las reglas de juego. Su ventaja impide que
otros jugadores diversifiquen y enriquezcan la oferta visible para el cliente.
Las sinergias y eficiencias del Amazon de ocio actual son percibidas como
mejora del servicio para el cliente, y ya pocos se preocupan siquiera de buscar
en otro sitio. El mismo efecto tendría desde luego en caso de productos y
servicios financieros: el cliente medio (mundial) tendría un único proveedor de
referencia.
Sería muy terrible, pensé. Como ciudadano, la presencia de
un Amazon financiero me hace temblar. Y no, por el ya demostrado objetivo
especulativo, sin sentido y sin futuro que han demostrado tener ciertos
banqueros, poniendo después sin vergüenza la mano para pedir rescates. Tiemblo,
porque un Amazon financiero se convertiría de facto en un ente con un poder
mundial sin precedentes. Controlar a quién se le presta dinero y en qué
condiciones supondría un órdago brutal a muchos modelos de gobierno, a muchos
proyectos de estado, a muchos esquemas sociales y comunitarios.
El fin, el objetivo de un Amazon financiero a buen seguro,
tendrá poco que ver con estrategias políticas puestas en marcha por gobiernos y
sociedades tan dispares como Níger, Canadá, Turquía, India o Uruguay. Y las
condiciones, parámetros y esquemas de funcionamiento estarían dirigidos sin
control externo por esos que nunca nos han sido presentados, los mercados.
Creado un Amazon financiero, solo falta un tris para que esa
compañía marque el precio del dinero, los tipos de interés, la inflación y la
competitividad de los países. Tocará entonces rescribir los tratados de
macroeconomía.
Las compañías financieras siguen pensando de la misma manera
que hace 15 años, ser más grandes, tener más beneficio, acaparar más poder. Un
buen trozo de la crisis actual puede explicarse con esa manera de proceder de
las empresas. Aprendamos, no es el camino. Utilicemos la tecnología, aprovechémosla
para prosperar, pero no las utilicemos como palanca correr más rápido hacia
ninguna parte, alguien debería impedirlo.
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