miércoles, 13 de junio de 2012

Anticiparse y la práctica (III): Igualdad


La más temida de las partidas, por lo incierto del desenlace, por la seguridad de que las heridas serán profundas y dolorosas, porque el desgaste y el fragor de la batalla puede llegar a hacer explorar nuestros límites. Las batallas planteadas en igualdad son energía para hormonas y angustias a partes iguales.
Porque cuando la mirada la dirigimos ligeramente hacia arriba,  levemente hacia abajo, nos ubicamos, pero cuando la fijamos justo al frente no podemos permitirnos un gesto ambiguo, o nos brota la valentía o nos ensombrece la cobardía. Ambas son rápidamente percibidas por el otro que, por cierto, está en nuestra misma situación. Ahí, no nos cabe pensar más allá de nosotros mismos, en el punto de arranque, en el chispazo de la salida, el instinto de supervivencia nos envuelve, nos colapsa y maneja nuestros sentidos.
Si la igualdad es sospechada previamente, el premio inicial ya está en haber conseguido arrancar la partida, los músculos y el cerebro ya vienen tonificados; si el equilibrio de fuerzas nos sorprende al empezar, la experiencia es extraordinaria y la capacidad de reacción se hace crucial.
Hecha la apertura ya estamos entregados, estamos dispuestos a dejarlo todo, a desangrarnos sobre el tablero, cuestión que harto probable pueda resultar necesaria, así es la vida y quien no arriesga no gana, y si no te posicionas, te posicionan, y si no dices, acaban diciendo por ti. Como si del último minuto de vida se tratase, en el primer minuto de partida, pasa por tu mente un sinfín de vivencias, experiencias, posibilidades, oportunidades. Eso, oportunidad, en esta partida se encuentra la tuya, acabas diciéndote para centrarte en el juego antes que la falta de reacción haga cobrar ventaja al adversario.
Porque está al otro lado de la mesa, y es adversario, aunque la sensación de igualdad irradie un amplio sentimiento de respeto y elogio hacia el otro. Sentirlo semejante despierta de forma natural amor hacia él, es lógico, inevitable y dañino no reconocerlo o reprimirlo. Sólo hay un camino factible, despleguémoslo, disfrutémoslo.
Con el desarrollo del juego, vendrá después lo que sea que el destino nos depare, consistirá en poner todo el empeño por sacar fuera lo mejor de nosotros mismos, entregarnos sin reservas, dar lo mucho o poco que tengamos, sin guardar nada para luego, quizás no haya luego.
El desenlace va perdiendo importancia a cada movimiento, el final es lo que queda más allá, cada vez más lejos, cada vez más pequeño, más insignificante. Aprendemos que el final es lo de menos, nosotros tenemos el presente, es tiempo de exprimir el ahora, nos va la vida en ello que es mucho decir.
Anhelada igualdad, la busco cada día.

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