El baño de San Juan es de suma importancia para aquellos que
hemos tenido la mar cerca desde pequeños. La renovación que se experimenta, la
apertura de una nueva etapa, la ilusión, hecha agua fresca en el cuerpo desnudo
va mucho más allá de un ritual novelero, místico, supersticioso o tradicional.
Decía ayer Concha Caballero que estaba en su tercera rencarnación.
Y que las rencarnaciones sólo pueden darse en dos planos de la vida, en el amor
y en la política. No le falta razón. Y lo dijo precisamente en los prolegómenos
de la noche de San Juan cuando yo hacía mis cábalas horarias para no faltar a
mi cita indispensable.
Renovarse, reinventarse, refrescarse, rejuvenecer,
reverdecer para volver a empezar. Puede hacerse en el amor, puede hacerse en la
política, los dos planos de la vida que ligan sentimiento primario y acción. En
el resto de cuestiones podemos crecer, evolucionar, adaptarnos, pero nunca
reinventarnos.
Y recordé y envidié a nuestros más cercanos felinos, los gatos, esos a
los que tengo cierta tirria quizás porque en el fondo los envidio, son los
únicos que gozan de siete de vidas. Yo en cambio, donde quiera que busque,
donde quiera que investigue y lea, todo me recuerda que solo tengo una, así que
lo que me queda es reinventarme en esta que tengo, por eso el baño de la noche,
de la mañana de San Juan, un manifiesto expreso de compromiso con el futuro.
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