Aprendo mucho de los empresarios, me enseñan muchas cosas
la gente de empresa. Llevan impreso en el ADN el concepto de mejora continúa, y
para mi es digno de elogio.
Hacer cada día la tarea mejor, optimizar los recursos,
alcanzar la mejor rentabilidad posible, mayor calidad, mayor satisfacción del
cliente y del resto de grupos de influencia de la empresa es un reto que los
mueve a diario.
Para alcanzarlo están dispuestos a derrumbar sus esquemas
para volverlos a construir, las veces además que resulte necesario. Reorganizan
procesos, modifican la combinación de factores utilizados, alteran los pasos
dados, los mensajes lanzados a la clientela, negocian con proveedores, investigan,
estudian, integran innovaciones tecnológicas, lo que resulte necesario. A veces
asumen como propio lo innecesario. Todo, con el objetivo de hacer que su
organización sea cada día mejor, que se acerque paso a paso a la excelencia.
Más y mejor con menos, esa es la clave.
Y lo consiguen, claro que lo hacen, con esfuerzo, ahínco
y sacrificio, el resultado bien lo merece.
Creo que esta dinámica, válida y contrastada en el mundo
de la empresa es válida para cualquier entidad y ámbito de actuación. También
para los estados, también para la sociedad en su conjunto. También para las
carreras profesionales individuales, claro.
Hablando en términos macro, me resisto a creer que no se
pueda mejorar la situación de los españoles hasta que el PIB no crezca al menos
durante dos trimestres seguidos. Hay fórmulas, hay vías, hay áreas de mejora.
Pero primero hay que saber reconocer que pueden ser posibles y tener la
humildad de reconocer errores y emprender camino de nuevo.
El empresario, el directivo, tiene un estupendo esquema de
pensamiento. Dedica más tiempo y atención a las soluciones que a los problemas.
Empecemos por ahí.
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