La historia del Tenorio arranca en una taberna en noche de
carnaval. Me arremangué en cuanto lo leí. El reto de los dos amigos para el
siguiente año pasaba por coleccionar conquistas, pasando incluso por robar la
novia al amigo. La atención al relato estaba asegurada.
Desde luego, el origen de la noche de los Santos o Halloween
es mucho más antigua que todo eso, aunque los americanos quieran tener la
patente de todos los acontecimientos relevantes a escala mundial. En realidad,
el origen de la celebración es el Samhain celta, cuando aquel pueblo celebraba
el final de las cosechas. Se convertía de alguna manera en su fin de año,
cuando la oscuridad y el frío se adueñaba de sus vidas. Era el momento de
marcarse propósitos y retos para el siguiente ciclo.
El fin del verano celta (etimología de Samhain) y el culto
de los druidas a sus ancestros fue adoptada por las religiones y culturas
dominantes siglos después. Y ahora los cristianos ponen velas a sus antepasados
y los americanos ponen velas en calabazas que les resulta más práctico que los
nabos que utilizaban antes los celtas.
La apuesta de Don Juan aumenta la intensidad de su vida desenfrenada,
llena de duelos, apuestas y amoríos en el que la maldad se apropia de la vida
del personaje. La luz se hace en su vida gracias al amor que Inés despierta en
él, y cuando pensaba que su alma estaba perdida, la generosidad de la novicia,
le permite cambiar el infierno por el cielo.
La vida de Don Juan y su historia, contada de forma
magistral por Zorrilla es un ejemplo de triunfo. Se la jugaba y se arriesgaba
hasta el extremo de manera continua, y le salía bien!. Buscaba placeres y
recompensas absolutamente terrenales y acabó encontrando el amor y el cielo.
Aunque los historiadores aportan abundante documentación
para argumentar que es una historia verídica, seguiré pensando que la pluma de
D. José de Zorrilla y Moral se permitió ciertas licencias literarias para que
el Tenorio cautivara tanto como la ciudad en la que vivió.
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