jueves, 11 de octubre de 2012

Instinto de supervivencia


Está en todos los seres y aparece cuando se le necesita. En esencia, el instinto de supervivencia permite la vida del hombre y la evolución de la sociedad. Decía Robert Burns que "La historia es cuestión de supervivencia. Si no tuviéramos pasado, estaríamos desprovistos de la impresión que define a nuestro ser."
Y si lo trasladamos al país, puede afirmarse con rotundidad que España saldrá de esta, y reaccionará, su instinto de supervivencia aparecerá cuando el nivel de detrimento alcance los mínimos permitidos y salte la alarma máxima. Es seguro, la historia y la condición humana lo confirman. Cuando un sistema se deteriora lo suficiente, surge un efecto brusco, en cierto modo violento que hace girar el sentido de las cosas.
En estos momentos, con el modelo vigente, hemos trasladado el poder a una burguesía que se ha instalado en la clase política y los ciudadanos hemos depositado en ellos una confianza y puesto las expectativas en que van a ser ellos los que hagan girar el timón. Y nos olvidamos que han usado esa confianza para construir un sistema a su imagen y semejanza y que los beneficia por doquier. Seamos conscientes de que la clase política dirigente no va a tomar medidas drásticas hasta que no tengan otro remedio.

Porque la constitución habrá de reformarse, ellos lo saben, todos lo sabemos, pero hasta que el crujido no sea lo suficientemente intenso, no lo harán. Se olvidan sin embargo que cuanto más tarde en hacerse, más profunda habrá de ser dicha reforma, hasta puede que necesitemos un modelo constitucional nuevo. Al fin y al cabo no debemos dramatizar, la constitución es un instrumento, y si consideramos que la España actual tiene poco que ver con la de mediados de los 70, hace cuarenta años, será necesario asumir que es imprescindible renovar las herramientas legales para dar respuesta a la realidad del presente y la del futuro próximo que se aproxima.
El país saldrá de esta, y cogerá la senda de la recuperación, de la prosperidad social y económica, pero no podemos esperar que sea la clase política quien lo lidere, no con este modelo. Habrán de ser otros agentes sociales los que tomen la iniciativa. Los ciudadanos y las empresas son hoy los más capacitados para poder hacerlo.
Ambos agentes, eso sí, liberados de ataduras bancarias, patronales y sindicales. Porque empresas y trabajadores mediante la cooperación consiguen un fin común. En la medida en que las empresas adopten una serie de principios y valores de responsabilidad social, que integren en sus objetivos la equidad y los trabajadores asuman su rol como factor clave de prosperidad económica y social, podrá conseguirse la generación de empleo, el crecimiento de las empresas y la prosperidad económica que permita asentar el bienestar social.

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