lunes, 5 de noviembre de 2012

Criterios de eficiencia


Servicios públicos y eficiencia, una combinación que trae de cabeza, desde hace siglos a algunas de las más importantes cabezas pensantes de todo el mundo. El dilema no termina de resolverse hasta que se opta por dar importancia a lo público o a la optimización del uso de los recursos.
El dirigente político decía hace unos días, teniendo que romper su puente festivo y sus días de descanso: “Vamos a privatizar los servicios públicos sanitarios para conseguir su eficiencia”. Y pudo entonces irse a descansar tranquilo. A descansar o a tomar las primeras lecciones para desempeñar su cargo, porque el mensaje que incluye la frase se estudia en los primeros cursos de política.
De la afirmación se desprenden, al menos dos lecturas: que los gestores de los servicios públicos no son capaces de gestionar con eficiencia los medios disponibles, o sea, que en el ámbito privado se hacen mejor las cosas. Y que los servicios públicos deben regirse antes que por otros criterios, por los de eficiencia.
En ambos casos las repercusiones son de calado. Reconocer que desde las entidades públicas no se pueden hacer mejor las cosas de lo que ya se hacen y que no se están haciendo con eficiencia, supone reconocer de manera indirecta que se está desempeñando mal el cargo, tanto en el aspecto técnico, como en el político, último responsable de conseguir mejorar la sociedad y la comunidad para el que ha optado al puesto gracias al voto de los ciudadanos y que ocupándolo, se está encargando de asignar el dinero que recauda.
Considerar, de otro lado que los servicios públicos deben operar bajo criterios de eficiencia, optimización de los recursos físicos y en cierto modo rentabilidad, por encima de criterios como los de progreso social,  salud,  educación, los servicios esenciales, todo ello bajo principios de igualdad y equidad es toda una declaración de intenciones.
En definitiva, se reconoce la incompetencia en la gestión y se expresa una manifiesta falta de consideración y respeto hacia la ciudadanía.
Difícil el papel del consejero cuando tuvo que explicarlo. Menos mal que era festivo y medio país estaba en el campo cogiendo setas.
Se añade, además una medida, el euro por receta, absolutamente discrecional y arbitraria. Se hace necesario recordar que, según las condiciones singulares de cada unidad familiar, este pago puede resultar simbólico o convertirse en un diezmo de una pobre cosecha. Ya se ha demostrado en otras ocasiones que esta medida más que de ahorro y recaudatoria, sirve únicamente para apaciguar ánimos en altas esferas, y permite al que la ejecuta demostrarle a su jefe que es capaz de ejercer de verdugo.
He oído en otras partes del mundo la admiración hacia España por el progreso que ha experimentado en los últimos treinta años. Ahora batiremos el record, pero a la inversa. Vamos a ser capaces de desandar todo ese camino en apenas meses.

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