lunes, 19 de noviembre de 2012

El Brasil de los faraones


Algo tendrían los faraones cuando le salen imitadores en todas las épocas. Ahora son los brasileños los que proyectan estructuras colosales servirán para acumular agua.
En el Plan Decenal de Expansión energética están proyectadas quince nuevas centrales hidroeléctricas, de las cuales seis están ya construyéndose.  Destaca la presa de Belo Monte, que lleva ya treinta años en liza y que por fin, el gobierno erige para convertirla en la tercera presa más grande del mundo.
Una economía pujante, en crecimiento, necesita recursos,  y el energético es vital. Para seguir captando la atención de los inversores, el gobierno brasileño necesita afianzar su potencial de crecimiento, ganar en credibilidad, aunque eso suponga cambiar la configuración de cientos de miles, quizá millones de hectáreas, acabar con ecosistemas, especies, territorios de numerosos pueblos indígenas.
Porque el lugar de producción de la energía eléctrica de Brasil está en la selva, en los ríos. El mix energético del país no va a cambiar con la expansión y el crecimiento, el 80% de la energía es hidroeléctrica, y lo seguirá siendo. El aumento de la demanda exige expansión de la oferta. Se construirán, además de las propias presas y redes eléctricas de evacuación, miles de kilómetros de carreteras y vías de tren.
Hace unos días, mostraba mi rechazo al plan de clonación deanimales salvajes de Brasil. Hoy vuelvo a sacarlo a la palestra para oponerme a la destrucción indiscriminada que supone el bloqueo de los ríos, la desecación de unas zonas y la inundación de otras. Y pongo el foco de atención sobre este país porque evidencia el precio, las consecuencias que trae una política expansiva que tiene como objetivo colocar al estado en la carrera por el liderazgo mundial.
La renta per cápita crece, también el producto interior bruto, las exportaciones, la presencia y peso en foros internacionales, pero otras cosas se pierden, se quedan en el camino, muchas de ellas serán irrecuperables. No todo vale, crecer a veces tiene un precio impagable.

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