lunes, 26 de noviembre de 2012

Rendirse, retirarse


Estos verbos tienen en común que son reflexivos, pero poco más. Ni siquiera son de la misma conjugación.
Porque rendirse en claudicar, es otorgar, es darle el poder de decisión al otro, es olvidarse del objetivo perseguido.
En cambio, retirarse es coger distancia, la necesaria para tener perspectiva, valiosísima para conseguir la objetividad suficiente que permite alejarse de las situaciones conflictivas y tomar buenas decisiones. Retirarse otorga objetividad.
La rendición supone reconocer la derrota, la retirada pospone la victoria
La rendición nos coloca en un plano inferior al contrario, la retirada permite restablecer la igualdad.
La rendición es  el fin, la retirada es aplazar.
La cuestión, la clave donde se juntan los dos verbos, es en la necesidad y en el tiempo. La necesidad de conocer el desenlace, y, a riesgo de perder, permanecer en el campo de juego que suele ser la vida, porque un aplazamiento es un lujo, es dar un cheque en blanco al futuro que puede traer en la mochila peores sorpresas.
Los que tienen necesidad pero no tiempo se quedan y juegan, luchan, expuestos a perder, pero dispuestos a ganar. Se retiran los que disponen de tiempo y carecen de excesiva hambre.

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