Según todos los indicios, el uro, el antiguo toro salvaje
europeo es el origen del actual toro bravo ibérico, el toro de lidia, y en
realidad de casi todas las razas de ganado doméstico que conocemos. Su nombre
científico no podía ser otro que el de “Bos taurus primigenius”.
Los pasos que motivaron su extinción no dejan de ser
llamativos. Según Martín Magliani, “Era un animal que solía encontrarse en los
bosques. Vivió desde por toda Europa, desde España a Oriente Medio y también en
algunas partes de África. La caza indiscriminada y la desaparición de sus
hábitats naturales, los grandes bosques europeos, los fue exterminando, y sólo
sobrevivieron en Polonia hasta el siglo XVII. Ya en la Edad Media sólo se los
veía en Alemania y en los bosques polacos de Jaktorów y Wiskitki. En estos
últimos sobrevivieron más tiempo porque eran propiedad del rey, y sólo él tenía
derecho a caza allí.
A los uros se los llegó a tratar como si fuesen mascotas
dentro de esos bosques. Había cuidadores especiales, para que no los molestase
ni la gente ni los animales salvajes, y en invierno hasta les daban heno para
comer en tiempos de Segismundo I el Viejo.
Pero los reyes siguientes no fueron tan buenos, y los
seguían cazando. En 1564 sólo quedaban 38 uros en Jaktorów y Witkiski; en 1566
eran 24, y en 1602 apenas si encontraron 5 uros en Jaktorów. En vez de tratar
de protegerlos para que se puedan reproducir, los siguieron cazando a los 4
machos que quedaban, sólo se le perdonó la vida a la hembra que fue la última
uro en el mundo, y murió de vieja en 1627.”
El Proyecto Taurus pretende revivir a este animal en una
especie de reversión del proceso evolutivo, esto es, a partir de las razas
actuales, generar cruces que vayan desandando el camino hasta conseguir un
animal, genética y morfológicamente similar al extinto y originario uro.
Todo un reto desde luego, desde el plano científico
ciertamente estimulante y atrayente, aunque desde otros puntos de vista un
proyecto ciertamente desproporcionado y descontextualizado.
No somos capaces de mantener las especies vivas en la
actualidad porque destruimos sus hábitats, las seguimos cazando, las seguimos
envenenando, las seguimos acorralando y pretendemos meter un nuevo agente en el
cuchitril que estamos convirtiendo la naturaleza salvaje.
La capacidad técnica no puede ser la excusa para que
juguemos a ser dioses queriendo resucitar a una especie que decidimos extinguir
y para la que hoy aún habría ávidos cazadores dispuestos a pagar cifras
astronómicas por contar con un trofeo de esas características en su casa de
montaña.
La diversidad que hoy disfrutamos es un préstamo de nuestros
nietos no lo olvidemos. Bastante tarea tenemos ya con no degradarla, objetivo
que por cierto no estamos cumpliendo adecuadamente, a nivel local y en el plano
global también. En materia de conservación medioambiental, en los últimos meses
en España hemos retrocedido más de treinta años. Las últimas reuniones o
cumbres internacionales relacionadas con la biodiversidad se han convertido en
un auténtico fracaso.
Antes de invertir tiempo y dinero en experiencias
extravagantes, agarremos por los cuernos el toro de la conservación y no nos
dediquemos a especular con Jurasic Parks que solo buscan convertirse en
objetivo turístico donde cada animal tendría que tener su número circense.
Desde luego, no tardaría en aparecer algún listo que programe para el uro un
espectáculo asociado a la tauromaquia.
Claro, por supuesto, que me encantaría ver campar a sus anchas al uro por
los bosques europeos, pero a día de hoy, me preocupa más que sigan existiendo
los propios bosques.
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