viernes, 15 de febrero de 2013

Un futuro próspero


Leo las propuestas para incentivar el empleo de esta semana del gobierno autonómico andaluz y del gobierno de Madrid y me rechinan las entrañas.
Son parches, las medidas propuestas son azucarillos que tardarán poco en disolverse y con ellos los recursos económicos empleados y la ilusión de un buen puñado de gente. Estamos a salir del paso, a salvar el apuro, a maquillar la situación actual, pero no encuentro apuesta de futuro, no percibo un modelo, un aliciente que permita mirar con ilusión y caminar con fuerza hacia el horizonte.
Porque cuando se les pide a los jóvenes que emprendan, que se impliquen, que se esfuercen, que hagan todo lo posible por meterse en el sistema, debemos también decirles qué sentido tiene todo eso. Ellos tienen una larga vida por delante y es necesario explicarles a los que quieren seguir viviendo y trabajando en su tierra, hacia dónde vamos.
Echo en falta un discurso estratégico, que aborde el largo plazo, una propuesta que mire más allá de salir de la dichosa crisis, porque parece que todo se acaba cuando finalice la crisis, y en realidad es cuando todo debe empezar. Es necesario ir decidiendo qué tipo de modelo social y económico queremos. Porque si le decimos a los jóvenes que se formen, que emprendan, es necesario también informarles de si esta tierra va a ser un país de servicios, de segunda residencia para los centroeuropeos, si va a ser un país volcado en la investigación biosanitaria, si se va a meter en la carrera de la industria tecnológica, si vamos a incentivar la agricultura y ganadería ecológica y el sector agroalimentario, si vamos a caminar hacia la autosuficiencia energética, también puede ser que se siga apostando por la construcción. Sea lo que sea, tienen que decírnoslo.
Va siendo hora de que no se busquen copar las primeras páginas con medidas anticrisis sino con proyectos de futuro, va siendo hora de que los que ocupan puestos de responsabilidad no dediquen exclusivamente su tiempo a salvar el día a día. Va siendo hora de que encontremos la ilusión como colectivo en un modelo socioeconómico con el que nos sintamos identificados y estemos interesados en participar y que lo hagamos próspero entre todos.
Va siendo hora de que empiece a reconocerse que el modelo político económico neoliberal que domina Europa tiene las patas cortas y que el movimiento de capitales no debe ser el que marque la tendencia de la economía, el futuro de las empresas y la vida de las familias. Al gran navío hay que darle tiempo y espacio para que cambie de rumbo, pero la orden de empezar a virar tiene que producirse ya. Un indicio social es claro, “los ciudadanos han dejado de ser clientes de las diferentes opciones políticas y ahora quieren ser el actor principal de la  política” (Rafael Rodríguez de León).
Las entidades en las que se basaba la confianza en la calidad democrática y financiera están absolutamente debilitados y en gran medida, desacreditados ante la opinión pública. Ya no vale con dejar pasar la tormenta y “recuperar la confianza”, eslogan político utilizado ya en demasiadas ocasiones.
Ya está bien de tirarse pataditas con lo que gana uno y lo que gana otro. Cómo se piensan que leen esos titulares los cientos de miles de familias que este mes no tendrán ingresos. Acaso no les pesa la gente que se queda en la calle, los que tienen que marcharse a miles de kilómetros, la gente que está acabando con su vida.
 Estamos en una época de incertidumbre, y “la incertidumbre es la epidermis del miedo”, dice Pilar González. Nada mejor que vencer el miedo mirando adelante, hacia un futuro ilusionante, las personas se crecen ante las adversidades cuando su lucha tiene un objetivo vital. Escuché decir a Concha Caballero que” la gente de izquierdas es aquella que siente como propio el dolor ajeno”. Pues ha llegado la hora de que tome las riendas de este país un potente proyecto de izquierdas, que sea capaz de cuestionar la mayor y tomar las medidas necesarias que adapte la política social y económica, las dinámicas de participación ciudadana y el modelo de las instituciones a las necesidades de hoy. Un proyecto que tenga un modelo de futuro en el que quepamos todos, en el que la sensación de prosperidad, de progreso no tenga que contarse sino que se sienta. Porque ese futuro existe y es viable.

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