Leo las propuestas para incentivar el empleo de esta semana
del gobierno autonómico andaluz y del gobierno de Madrid y me rechinan las
entrañas.
Son parches, las medidas propuestas son azucarillos que
tardarán poco en disolverse y con ellos los recursos económicos empleados y la
ilusión de un buen puñado de gente. Estamos a salir del paso, a salvar el
apuro, a maquillar la situación actual, pero no encuentro apuesta de futuro, no
percibo un modelo, un aliciente que permita mirar con ilusión y caminar con
fuerza hacia el horizonte.
Porque cuando se les pide a los jóvenes que emprendan, que
se impliquen, que se esfuercen, que hagan todo lo posible por meterse en el
sistema, debemos también decirles qué sentido tiene todo eso. Ellos tienen una
larga vida por delante y es necesario explicarles a los que quieren seguir
viviendo y trabajando en su tierra, hacia dónde vamos.
Echo en falta un discurso estratégico, que aborde el largo
plazo, una propuesta que mire más allá de salir de la dichosa crisis, porque
parece que todo se acaba cuando finalice la crisis, y en realidad es cuando
todo debe empezar. Es necesario ir decidiendo qué tipo de modelo social y
económico queremos. Porque si le decimos a los jóvenes que se formen, que
emprendan, es necesario también informarles de si esta tierra va a ser un país
de servicios, de segunda residencia para los centroeuropeos, si va a ser un
país volcado en la investigación biosanitaria, si se va a meter en la carrera
de la industria tecnológica, si vamos a incentivar la agricultura y ganadería
ecológica y el sector agroalimentario, si vamos a caminar hacia la
autosuficiencia energética, también puede ser que se siga apostando por la
construcción. Sea lo que sea, tienen que decírnoslo.
Va siendo hora de que no se busquen copar las primeras
páginas con medidas anticrisis sino con proyectos de futuro, va siendo hora de
que los que ocupan puestos de responsabilidad no dediquen exclusivamente su
tiempo a salvar el día a día. Va siendo hora de que encontremos la ilusión como
colectivo en un modelo socioeconómico con el que nos sintamos identificados y
estemos interesados en participar y que lo hagamos próspero entre todos.
Va siendo hora de que empiece a reconocerse que el modelo
político económico neoliberal que domina Europa tiene las patas cortas y que el
movimiento de capitales no debe ser el que marque la tendencia de la economía,
el futuro de las empresas y la vida de las familias. Al gran navío hay que
darle tiempo y espacio para que cambie de rumbo, pero la orden de empezar a
virar tiene que producirse ya. Un indicio social es claro, “los ciudadanos han
dejado de ser clientes de las diferentes opciones políticas y ahora quieren ser
el actor principal de la política”
(Rafael Rodríguez de León).
Las entidades en las que se basaba la confianza en la
calidad democrática y financiera están absolutamente debilitados y en gran
medida, desacreditados ante la opinión pública. Ya no vale con dejar pasar la
tormenta y “recuperar la confianza”, eslogan político utilizado ya en
demasiadas ocasiones.
Ya está bien de tirarse pataditas con lo que gana uno y lo
que gana otro. Cómo se piensan que leen esos titulares los cientos de miles de
familias que este mes no tendrán ingresos. Acaso no les pesa la gente que se
queda en la calle, los que tienen que marcharse a miles de kilómetros, la gente
que está acabando con su vida.
Estamos en una época
de incertidumbre, y “la incertidumbre es la epidermis del miedo”, dice Pilar
González. Nada mejor que vencer el miedo mirando adelante, hacia un futuro
ilusionante, las personas se crecen ante las adversidades cuando su lucha tiene
un objetivo vital. Escuché decir a Concha Caballero que” la gente de izquierdas
es aquella que siente como propio el dolor ajeno”. Pues ha llegado la hora de
que tome las riendas de este país un potente proyecto de izquierdas, que sea
capaz de cuestionar la mayor y tomar las medidas necesarias que adapte la
política social y económica, las dinámicas de participación ciudadana y el
modelo de las instituciones a las necesidades de hoy. Un proyecto que tenga un
modelo de futuro en el que quepamos todos, en el que la sensación de
prosperidad, de progreso no tenga que contarse sino que se sienta. Porque ese
futuro existe y es viable.
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