Me enfado. Tengo cierta sensación de enfado con vosotros en
general y conmigo en particular. Enfadado y sorprendido, porque la capacidad de
tragaderas que estamos evidenciando tener escapa a cualquiera de mis
previsiones.
Es presumible que la propuesta de Pablo Gallego en la red en
la que se pide un millón de firmas por la dimisión de la cúpula del PP, alcance
hoy miércoles su objetivo. Y ciertamente me gustaría, porque el ejercicio de
poner ahí el nombre, de identificarse, me consta que se hace con sumo interés y
conciencia.
A la vez, esta experiencia debe hacernos pensar. De un lado,
porque queda demostrado que somos unos potenciales ciberactivistas y que
refugiados tras el teclado y la pantalla somos capaces de posicionarnos y
pronunciarnos. Pero después, lastimosamente, demasiados nos quedamos sólo en
eso, calmamos nuestra conciencia cumplimentando unas casillas y haciendo unos
clicks.
Si realmente hubiese un millón de personas indignadas en
grado sumo con lo que está ocurriendo, hace tiempo que se habrían cometido
graves tropelías. Y ojo que no intento hacer apología de la violencia ni llamar
a las barricadas. Solo constato que con una situación bastante menos grave que
la actual en España, ya hubo importantes revueltas en otros países de nuestro
entorno.
El actual partido en el gobierno lleva más de un año
gobernando en la dirección contraria de la que prometía en su programa electoral,
y no pasa nada. Parece evidenciarse que existe un lucro personal al margen de
la legalidad de muchos representantes públicos, y no pasa nada. Se comprueba
que la ley electoral, que la ley de financiación de partidos, están diseñadas
desde, y para los grandes partidos y no pasa nada. Porque por mucho que se
hable en los cafés y en los parques de todo esto, las agendas de todos ellos
siguen su curso.
Algún alto consejero parece ganarse un pingüe sueldo con la
estrategia de poner cortafuegos y blindajes en las páginas webs, permitiendo
que el personal se desfogue en las redes sociales, que se llenen páginas de editoriales
y artículos de opinión, horas de radio. En realidad la estrategia es ponerse al
reparito, dejando que el temporal pase, total, es cuestión de tres días y todo
pasa, así somos aquí, se nos va la fuerza por la boca.
Pues si, estoy enfadado, con vosotros, conmigo, y no tanto
por nuestra capacidad de aguante, que en sentido estricto debe ser elogiable.
Estoy enfadado porque nuestra memoria es débil, nuestra proactividad es escasa
y porque en realidad no tenemos bien enraizado que la calidad democrática es un
derecho, una apuesta que tenemos que hacer nuestra. Sería triste, una triste
noticia que acabe esta legislatura en sus plazos, que se inicie otra bajo el vigente
modelo bipartidista en España.
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