miércoles, 6 de febrero de 2013

Un millón de firmas, y qué?


Me enfado. Tengo cierta sensación de enfado con vosotros en general y conmigo en particular. Enfadado y sorprendido, porque la capacidad de tragaderas que estamos evidenciando tener escapa a cualquiera de mis previsiones.
Es presumible que la propuesta de Pablo Gallego en la red en la que se pide un millón de firmas por la dimisión de la cúpula del PP, alcance hoy miércoles su objetivo. Y ciertamente me gustaría, porque el ejercicio de poner ahí el nombre, de identificarse, me consta que se hace con sumo interés y conciencia.
A la vez, esta experiencia debe hacernos pensar. De un lado, porque queda demostrado que somos unos potenciales ciberactivistas y que refugiados tras el teclado y la pantalla somos capaces de posicionarnos y pronunciarnos. Pero después, lastimosamente, demasiados nos quedamos sólo en eso, calmamos nuestra conciencia cumplimentando unas casillas y haciendo unos clicks.
Si realmente hubiese un millón de personas indignadas en grado sumo con lo que está ocurriendo, hace tiempo que se habrían cometido graves tropelías. Y ojo que no intento hacer apología de la violencia ni llamar a las barricadas. Solo constato que con una situación bastante menos grave que la actual en España, ya hubo importantes revueltas en otros países de nuestro entorno.
El actual partido en el gobierno lleva más de un año gobernando en la dirección contraria de la que prometía en su programa electoral, y no pasa nada. Parece evidenciarse que existe un lucro personal al margen de la legalidad de muchos representantes públicos, y no pasa nada. Se comprueba que la ley electoral, que la ley de financiación de partidos, están diseñadas desde, y para los grandes partidos y no pasa nada. Porque por mucho que se hable en los cafés y en los parques de todo esto, las agendas de todos ellos siguen su curso.
Algún alto consejero parece ganarse un pingüe sueldo con la estrategia de poner cortafuegos y blindajes en las páginas webs, permitiendo que el personal se desfogue en las redes sociales, que se llenen páginas de editoriales y artículos de opinión, horas de radio. En realidad la estrategia es ponerse al reparito, dejando que el temporal pase, total, es cuestión de tres días y todo pasa, así somos aquí, se nos va la fuerza por la boca.
Pues si, estoy enfadado, con vosotros, conmigo, y no tanto por nuestra capacidad de aguante, que en sentido estricto debe ser elogiable. Estoy enfadado porque nuestra memoria es débil, nuestra proactividad es escasa y porque en realidad no tenemos bien enraizado que la calidad democrática es un derecho, una apuesta que tenemos que hacer nuestra. Sería triste, una triste noticia que acabe esta legislatura en sus plazos, que se inicie otra bajo el vigente modelo bipartidista en España.

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