Los señores del gobierno no tienen el don de saber hasta
donde pueden apretar sin ahogar. Ya han ahogado a muchos, lo mismo es que nadie
se los ha hecho saber aún.
Pretenden seguir haciéndolo, apretando y ahogando, con
tal de ganarse la confianza de sus homónimos alemanes.
La revisión a la baja de las partidas macroeconómica para
2013 que están realizando, azuzados por los interventores europeos, no va a
hacer sino volver a cebarse con el eslabón más débil, las pequeñas empresas,
las familias, los desempleados y los empleados por cuenta ajena que van a ver
como siguen empobreciéndose a pesar del importante esfuerzo que se les ha
exigido en los últimos años.
El gobierno de Rajoy sabe que su continuidad no depende
de la confianza de la ciudadanía, ni siquiera de la paciencia de sus votantes,
sino del gran hermano que maneja los hilos del capital. El ejemplo chipriota se
va a convertir en látigo fustigante para los convencidos neoliberales que
perciben que se les agota el tiempo, las opciones y las excusas.
Mientras los españoles miraban al cielo y a las
procesiones se ha preparado un cocido que se nos va a atragantar, otro motivo
de asfixia por cierto, pero en esta ocasión no es lo sustancioso de los ingredientes
sino por lo cortante de sus sustancias.
Ni siquiera el objetivo de la competitividad es creíble
ya. No vale hacer perder peso a la masa salarial abaratando la mano de obra
como vía para que las empresas entren en los mercados. Nótese que las empresas
han perdido ya la capacidad de inversión y con ella la de innovación. La fuga
de talento es un hecho, la obsolescencia de demasiadas instalaciones se acerca.
Volvemos al vagón de cola. Mientras otros avanzan nosotros retrocedemos. Dentro
de poco la única inversión pública será la ampliación de los puertos de entrada
de mercancía.
Por muy bien que intenten venderlo, nos están asfixiando,
seamos conscientes.
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