Siempre llamaron mi atención. Desde que apenas eran un
dibujo en una guía. Y de forma mucho más intensa cuando escuche su particular
reclamo, vi su singular silueta, sus radiantes colores. El abejaruco atrapa.
Acuarela de José Antonio Sencianes |
Todo en él es llamativo, su apariencia desde luego, y
también los agujeros en los cortados que convierten en sus nidos, su técnica de
caza, su sociabilidad. El abejaruco cautiva.
Es un pajarito que enarbola la máxima del aficionado, esa
que dice que no es sólo lo que ves, sino también cuando, donde y con quien lo
ves. Cuando los miro, me acuerdo del amigo que me llamo radiante para decirme
que estaba viendo un grupo de abejarucos, en noviembre!!
Y lo recuerdo porque la única duda, la única pregunta que
en aquel momento se me ocurrió fue la de preguntarle con quien estaba.
Porque sin necesidad de que me lo explicase, yo sabía que
andaba sumergido en un gran viaje por lo más profundo del África subsahariana. En
un rápido flash percibí que estaba envuelto en una experiencia única.
El abejaruco es de esos bichos raros, único en su familia
que visita Europa en verano para criar y regresar a Kenia, Tanzania o Sudáfrica
en nuestros meses de invierno.
Disfrutar de los abejarucos en el campo en abril, mayo o
junio es una gozada, escucharlos reclamar y localizarlos en el cielo y
disfrutar de ellos como si de un arcoíris móvil se tratase, seguir sus pasadas,
subidas y bajadas, encontrarlos posados en un palo disfrutando del sol y del
campo florido. Pero desde luego, hacerlo en invierno, tiene otras implicaciones
de máximo rango.
Cada vez que miro los abejarucos que hoy llenan las
dehesas españolas tengo presente que no es sólo lo que ves sino como, cuando,
donde, y con quien. Abejarucos, gracias por existir.
2 comentarios:
Gracias por elegir una acuarela mía para un texto tan bonito Antonio. Un abrazo
El honor es mío. La acuarela hace toda la justicia a la plasticidad del abejaruco y a su armónico mosaico.
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