Elegir, decidir, ese ejercicio cotidiano, nada fácil en
cambio. A diario nos vemos enfrentados a optar entre dos o más opciones que
resultan, estas son las peores, igualmente válidas. Se nos impone una dura
reflexión ética para elegir una. Ocurre que en no pocas ocasiones, la opción
elegida es contraria a otra que habíamos elegido en anterior ocasión. Sin
preámbulo, así, de sopetón, caemos en la incoherencia.
Va siendo hora de enaltecer las bondades de
la incoherencia. “Para el diccionario coherencia es la actitud lógica y
consecuente con una posición anterior. En este mundo de cambios frenéticos en
todos los órdenes cambiar moderadamente de posición o sustituir estrategias
periclitadas es una exigencia de la recta razón” dice Demetrio Loperena.
Si alzamos la vista, podemos comprobar que
no hay materia, campo de trabajo, área de estudio, ni tan siquiera una persona
que no tenga incoherencias, en realidad ser contradictorio es el único modo de
impedir convertirse en un ideólogo doctrinario. Para Kolakowski, en su
fascinante ensayo “Elogio de la incoherencia”, la coherencia absoluta es
idéntica al fanatismo.
En el ámbito personal, la coherencia total
anularía la comprensión hacia lo que los otros piensan, llevaría al rechazo, a
la intolerancia y en última instancia a la ruptura social. Una cuestión es ser
íntegro y tener unas convicciones firmes y claras y otra muy distinta es no
tener la necesaria inteligencia, sensibilidad y empatía para comprender al otro.
La coherencia absoluta anularía la capacidad de escucha y atrofiaría nuestro
aspecto social.
La incoherencia la canalizaron muy bien los
griegos mediante la dialéctica, interiorizando de una forma espléndida que ante
lo finito del pensamiento único se encuentra la riqueza de la ideología plural,
que ante los anclajes limitados de una terminología doctrinal impuesta aparece
el despliegue del pensamiento compartido que es por lo que debemos
caracterizarnos los humanos.
Perdamos el miedo a ser incoherentes porque es justo ese rasgo el que nos permite desarrollarnos como personas y como sociedad.
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